Duce,
Le escribo esta carta en un momento en el que meses de ansiosas deliberaciones y angustiosa espera desembocan en la más dura decisión de mi vida. Creo, después de ver el último mapa de situación ruso y después de valorar otros muchos informes, que no puedo asumir la responsabilidad de esperar más tiempo y, sobre todo, creo que no hay ninguna otra manera de obviar este peligro –a menos que sea mediante una nueva espera, la cual, sin embargo, necesariamente conduciría al desastre en este año o en el próximo a lo sumo.
El Führer y el Duce estrechan sus manos. Como siempre, el acuerdo será total.
La situación: Inglaterra ha perdido esta guerra. Con el derecho que asiste al que se ahoga, se aferra a cualquier caña que, en su imaginación, pudiera servirle como último recurso. En cualquier caso, algunas de sus esperanzas no dejan de tener cierta lógica. Inglaterra hasta ahora ha llevado a cabo sus guerras con ayuda del Continente. La destrucción de Francia –de hecho, la eliminación de todas las posiciones en Europa occidental- obligó a los belicistas británicos a volver su mirada al lugar desde el cual habían tratado de iniciar la guerra: la Rusia Soviética.
Ambos países, la Rusia Soviética e Inglaterra, están igualmente interesadas en una Europa reducida a una ruina, postrada por una larga guerra. Detrás de estos dos países se alza la Unión Norteamericana, que las aguijonea y aguarda observadora. Desde la victoria sobre Polonia, es evidente en la Rusia Soviética un impulso continuo que, aunque astuta y cautelosamente, en cualquier caso está retrotayéndose con firmeza a la vieja tendencia bolchevique a expandir el Estado Soviético. Ha de lograrse la prolongación de la guerra justo para este propósito mediante la retención de fuerzas alemanas en el Este de modo que –en particular en el aire- el Mando Alemán no pueda responder a un ataque a gran escala en el Oeste. Le declaré a usted recientemente, Duce, que era precisamente el éxito del experimento de Creta lo que demostraba cuán necesario resulta hacer uso de todo avión disponible en el mucho mayor proyecto contra Inglaterra. Bien pueda ocurrir quizás que en esta decisiva batalla ganásemos con una superioridad de tan sólo unos pocos escuadrones. No dudaré un momento en asumir tal responsabilidad si, además de todas las otras condiciones, al menos poseo la certeza de que entonces no seré atacado o incluso amenazado desde el Este. La concentración de fuerzas rusas –ordené que el General Jodl le hiciera llegar el mapa más reciente a su Adjunto aquí, el General Maras- es tremenda. En realidad, todas las fuerzas rusas disponibles se encuentran en nuestra frontera.
Más aún, desde que nos acercamos al buen tiempo, se han estado llevando a cabo progresos en la construcción de numerosas defensas. Si las circunstancias me diesen motivo para empear la fuerza aérea alemana contra Inglaterra, existe el peligro de que entonces Rusia comenzara su estrategia de extorsión en el Sur y en Norte, a la que debería ceder en silencio, simplemente debido a un sentimiento de inferioridad aérea. Sobre todo entonces, no me resultaría posible sin el adecuado apoyo de la fuerza aérea, atacar a las fortificaciones rusas con las divisiones estacionadas en el Este. Si no deseo exponerme a este peligro, entonces quizás la totalidad del año 1941 pasaría de largo sin ningún cambio en la situación general. Por el contrario, Inglaterra estará todavía menos dispuesta a la paz, dado que será capaz de depositar sus esperanzas en el socio soviético. De hecho, esta esperanza debe incluso crecer de forma natural a medida que las fuerzas armadas rusas aceleren su estado de preparación. Y detrás de esto se encuentra la entrega masiva de material bélico desde Norteamérica que esperan tener en 1942.
Benito Mussolini le hace una confidencia al Führer. Hoy es éste quien se la hace al Duce.
Aparte de esto, Duce, ni siquiera es cierto si dispondremos de este tiempo, dado que con una concentración de fuerzas tan gigantesca por ambos lados –ya que también me vi obligado a desplegar cada vez más unidades acorazadas sobre la frontera oriental, también para atraer la atención de Finlandia y de Rumanía hacia el peligro-, existe la posibilidad de que el disparo de salida salte espontáneamente en cualquier momento. Una retirada por mi parte entrañaría, sin embargo, una seria pérdida de prestigio para nosotros. Esto resultaría particularmente desagradable en su posible efecto sobre Japón. Por lo tanto, después de devanarme los sesos sin descanso, finalmente he tomado la decisión de cortar la soga antes de que se cierre en torno a mi cuello. Creo, Duce, que probablemente esté rindiendo el mejor posible servicio a nuestra conducción conjunta de la guerra este año. Mi punto de vista global es ahora de la siguiente forma:
1. Francia, como siempre, no es fiable. No existe la absoluta certeza de que el Norte de África no deserte repentinamente.
2. El propio Norte de África, al menos en lo que a sus colonias, Duce, respecta, probablemente se encuentre fuera de peligro hasta el otoño. Doy por hecho que los británicos, en su último ataque, querían liberar Tobruk. No creo que se encuentren pronto en situación de repetir el intento.
3. España está indecisa y –me temo- eligirá bando sólo cuando el resultado de la guerra se haya decidido.
4. En Siria, la resistencia francesa apenas puede ser mantenida con carácter permanente con o sin nuestra ayuda.
5. Un ataque sobre Egipto antes del otoño está fuera de toda cuestión. Considero necesario, sin embargo, teniendo en cuenta toda la situación, pensar en el desarrollo de una unidad operativa en el propio Trípoli que pueda, si resulta necesario, ser lanzada también contra el Oeste. Por supuesto, Duce, hay que mantener el más estricto silencia respecto a estas ideas, dado que de otro modo no podemos esperar que Francia continúe dándonos permiso para utilizar sus puertos para el transporte de armas y municiones.
6. Si Norteamérica entra o no en la guerra es una cuestión indiferente, en la medida en que apoya a nuestro enemigo con toda la potencia que es capaz de movilizar.
7. La situación de la propia Inglaterra es mala; el suministro de víveres y materias primas se está volviendo cada vez más difícil. Su espíritu marcial de hacer la guerra, al fin y al cabo, vive sólo de esperanzas. Estas esperanzas se basan exclusivamente en dos supuestos: Rusia y América. No tenemos ninguna opción de eliminar a América. Pero sí que está a nuestro alcance excluir a Rusia. La eliminación de Rusia supone, al mismo tiempo, un tremendo alivio para Japón en Extremo Oriente, y así mismo la posibilidad de una amenaza mucho mayor a las actividades americanas mediante la intervención japonesa.
El Führer y el Duce presiden un desfile. Ahora, como siempre, volverán a marchar juntos hacia la victoria.
He decidido bajo las circunstancias ya mencionadas, poner fin al comportamiento hipócrita del Kremlin. Asumo, quiero decir, estoy convencido, de que Finlandia, al igual que Rumanía, tomarán parte inmediatamente en este conflicto que en último término liberará a Europa, para el futuro también, de un gran peligro. El General Maras nos informó que usted, Duce, también desea implicar en la campaña al menos un cuerpo de ejército. Si usted tiene esa intención, Duce –que naturalmente acepto con el corazón rebosante de gratitud- el tiempo para llevarla a cabo será todavía lo suficientemente largo, dado que en este inmenso teatro de guerra las tropas en cualquier caso no pueden reunirse en todos los puntos al mismo tiempo. Usted, Duce, puede proporcionar la ayuda decisiva, sin embargo, mediante el refuerzo de sus tropas en el Norte de África, también, si le resulta posible, mirando desde Trípoli hacia el Oeste, para comenzar a construir un grupo que, aunque pequeño al principio, pueda marchar hacia Francia en el caso de una violación francesa del tratado; y finalmente, intensificando la guerra aérea y, en la medida de lo posible, la guerra submarina, en el Mediterráneo.
En lo que respecta a la seguridad de los territorios en el Oeste, desde Noruega hasta e incluída Francia, somos lo suficientemente fuertes –en cuanto a tropas del ejército de tierra- para afrontar cualquier circunstancia con la velocidad del rayo. En lo que respecta a la guerra aérea sobre Inglaterra, permaneceremos durante algún tiempo a la defensiva – pero esto no significa que seamos incapaces de contrarrestar los ataque británicos sobre Alemania; al contrario, si resulta necesario, nos encontraremos en posición de comenzar ataques de bombardeo despiadados contra el territorio británico. Nuestra defensa de cazas, también, será la adecuada. Se compone de los mejores escuadrones de que disponemos.
En lo que respecta a la guerra en Este, Duce, seguramente será difícil, pero no albergo ni durante un segundo duda alguna de su gran éxito. Espero, sobre todo, que entonces nos resulte posible asegurar una base de suministro de comida común en Ucrania durante un tiempo que nos proporcionará cuantos suministros adicionales podamos necesitar en el futuro. Puedo afirmar en este punto, sin embargo, que por lo que podemos decir ahora, la cosecha alemana de este año promete ser muy buena. Es previsible que Rusia intentará destruir la región petrolífera rumana. Hemos construido una defensa que –así lo creo- impedirá lo peor. Más aún, es el deber de nuestros ejércitos eliminar esta amenaza lo más rápidamente posible.
He esperado hasta este momento, Duce, para enviarle esta información, dado que la propia decisión final no se tomará hasta las siete de esta noche. Honestamente le suplico, por tanto, que se abstenga, sobre todo, de darle ninguna explicación a su Embajador en Moscú, dado que no existe la absoluta garantía de que nuestros informes cifrados no puedan ser descifrados. Yo, también, esperaré hasta el último momento para informarle a mi propio Embajador de las decisiones tomadas. El material que ahora contemplo publicar gradualmente es tan exhaustivo que el mundo tendrá más ocasión de preguntarse acerca de nuestra paciencia que de nuestra decisión, excepto por aquella parte del mundo que se opone a nosotros por principio y para la cual, por consiguiente, las discusiones son útiles.
Venga lo que venga ahora, Duce, nuestra situación no puede empeorar como consecuencia de este paso; sólo puede mejorar. Incluso si me viera obligara al final de este año a dejar 60 ó 70 divisiones en Rusia, eso es sólo una fracción de las fuerzas que estoy usando ahora continuamente en el frente este. Si de cualquier manera Inglaterra no extrae ninguna conclusión de los duros hechos que se les presentan, entonces podemos, con nuestra retaguardia asegurada, aplicarnos con una fuerza todavía mayor a vencer a nuestro oponente. Puedo prometerle, Duce, que aquello que dependa de nuestra potencia alemana, será hecho. Cualquier deseo, sugerencia y ayuda de la que usted, Duce, desee informarme ante cualquier contingencia, le solicito que me la comunique a mí personalmente o llegue directamente a un acuerdo con nuestras autoridades militares.
En conclusión, déjeme decirle una cosa más, Duce. Desde que he llegado a esta decisión, de nuevo me siento espiritualmente libre. La asociación con la Unión Soviética, a pesar de la completa sinceridad de los esfuerzos para llegar a una conciliación final, me resultaba en cualquier caso muy irritante, dado que en un modo u otro me hacía parecer estar rompiendo con todos mis orígenes, mis concepciones y mis antiguas obligaciones. Ahora estoy feliz de haberme aliviado de estas agonías mentales.
Con saludos afectuosos y de camarada,
Su,
Adolf Hitler.
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