martes, 23 de agosto de 2011

Manstein resuelve una nueva crisis al sur del Lago Ilmen - 23/08/1941.

Manstein, monóculo en mano, estudia la situación.

Camaradas,

Después de haber logrado sofocar la crisis en su sector, tal y como él mismo relatara desde esta tribuna el pasado 18 de julio, Erich von Manstein no dejó pasar la ocasión de conminarle a su Grupo de Ejércitos, y a través del General Paulus al Alto Mando, para juntar los dos Cuerpos Panzer del Grupo Panzer y emplearlos conjuntamente como el poderoso ariete de la ofensiva hacia Leningrado que estaba a punto de producirse. Manstein, Comandante del LVI Cuerpo Panzer, no estaba barriendo para sí ni mucho menos, sino recomendando que las cabezas de puente establecidas por el XLI Cuerpo Panzer de Reinhardt se convirtiesen en el punto de partida para el asalto sobre Leningrado.

Pero Manstein no tuvo éxito en esto. El Grupo de Ejércitos y el Alto Mando insistieron en hacer recaer el peso principal del ataque sobre el flanco derecho tal y como el Führer había ordenado. En la siguiente ofensiva, el objetivo de Manstein sería abrirse paso hasta la carretera principal de Luga, destruir al enemigo y a continuación dirigirse hacia Leningrado.

El General Reinhardt, segundo por la izquierda, con su estado mayor.

El 8 de agosto a las 09:00, comenzó el ataque bajo una lluvia torrencial. Las divisiones de Reinhardt salieron de sus cabezas de puente sobre el Luga, sin apoyo aéreo debido al mal tiempo. Sus dos divisiones Panzer y la 36ª División Motorizada tendrían que ocupar el territorio abierto al sur del ferrocarril Leningrado-Kingisepp-Narva en un rápido y contundente golpe de mano. La 8ª División Panzer y el grueso de la 36ª División Motorizada serían adelantados a continuación, y toda la fuerza rodaría entonces hacia el este más allá de la vía de ferrocarril en dirección a Leningrado. Un plan verdaderamente genial.

Sin embargo, allí donde tres semanas antes tan sólo había débiles barreras defensivas soviéticas, ahora se encuentran desplegadas las Divisiones reforzadas de Fusileros 125º y 111º sobre sólidas fortificaciones construidas por decenas de miles de civiles –mujeres, niños y miembros de organizaciones juveniles del Partido Comunista- en un agotador trabajo contra el reloj.

Situación del frente el 8 de agosto y planes alemán y soviético, superpuestos.  Mapa ruso.

Frente a la cabeza de puente alemana sobre el Luga en Porechye se encontraba una unidad de combate soviética con una dotación artillería especialmente poderosa; de acuerdo con el testimonio de prisioneros capturados, esta fuerza había planeado atacar la cabeza de puente el mismo 8 de agosto. Sin embargo, la 6ª División Panzer golpeó primero, impidiendo lo que tal vez habría supuesto un gran revés para la ofensiva alemana. Aún así, después del primer día de combate, y a la vista del alto número de bajas sufrido, el Cuerpo Panzer de Reinhardt consideró seriamente la detención de la ofensiva, que finalmente fue mantenida sólo por la optimista valoración de la 1ª División Panzer. En particular el Teniente Coronel Went von Wietersheim, al mando de una unidad de combate, se mostraba de lo más reacio a abandonar el terreno conquistado con tanto esfuerzo. Finalmente, el optimismo del Teniente Coronel von Wietersheim y del Teniente Coronel Wenck, Jefe de Operaciones de la 1ª División Panzer, demostraron estar justificados. Durante la mañana siguiente, 9 de agosto, los regimientos hicieron buenos progresos, perforaron la línea enemiga, aliviaron la situación de la 6ª División Panzer en su difícil ataque desde su cabeza de puente en dirección Opolye y perforaron el anillo de bosques de 30 millas profundidad situado al sur de la vía de ferrocarril de Leningrado, el último obstáculo natural antes de la metrópolis del Mar Báltico.

La lucha continuó. El 14 de agosto todas las divisiones habían alcanzado el campo abierto más allá de los bosques cenagosos. El enemigo había sido derrotado. Las unidades Panzer tan sólo se enfrentaban a formaciones enemigas de segundo orden. El campo de batalla se encontraba salpicado con decenas de tanques soviéticos super pesados último modelo.

Tanque super-pesado soviético KV-2 fuera de combate.

Manstein recibe órdenes de unirse a Reinhardt.

De nuevo, la carretera hacia Leningrado se encontraba despejada. Tan sólo en el flanco izquierdo existía todavía cierta amenaza por parte de fuerzas enemigas que se retiraban desde Estonia en dirección a Leningrado. Ése es el motivo por el cual Reinhardt no avanzó sin detenerse hasta el borde de la ciudad aunque, en lo que concierne a la oposición frontal, podría haberlo hecho.

El General Erich Hoepner, Comandante del 4º Grupo Panzer y superior directo de Manstein.

¿Qué se necesitaba entonces? “Tenemos que tener algunas fuerzas para cubrir nuestro flanco,” Hoepener solicitó, más bien imploró, y amenazó. “Dos divisiones –incluso una división- sería suficiente,” suplicó al Mariscal de Campo Wilhelm Ritter von Leeb. Hoepner se encontraba en una situación muy similar a la de Guderian cinco semanas antes, cuando quiso obtener de Kluge el permiso para continuar su avance desde el Beresina sobre el Dnieper hasta Smolensko: “Está usted arrojando a la basura su victoria si no me deja seguir adelante,” Guderian imploró a Kluge. “Está tirando a la basura nuestra victoria,” es lo que Hoepner podría haberle dicho al Mariscal Leeb.

El 15 de agosto Leeb se personó en los Cuarteles Generales de Hoepner. Después de una acalorada discusión el Mariscal accedió a retirar a la experimentada y fogueada 3ª División Motorizada del Cuerpo Panzer de Manstein y ponerla bajo las órdenes de Reinhardt.

Según lo planeado, Manstein también había desatado su ofensiva el 10 de agosto con el objetivo de capturar Luga. Lo inevitable sucedió y Manstein quedó detenido ante las poderosas líneas defensivas soviéticas. La 3ª División de Infantería Motorizada, que debía haber cubierto el falco del Cuerpo Panzer en una fase posterior, no había podido entrar en acción. En ese momento, se decidió trasladar los Cuarteles Generales de Manstein también al norte, dentro de la zona de operaciones de Reinhardt.

Fotografía obtenida el pasado 30 de junio.  De izquierda a derecha: Sigurt-Horstmar Freiherr von Beaulieu Marconnay, Ritter von Leeb, Erich Hoepner y Günther Angern.

La decisión de Leeb desató una gran euforia en los Cuarteles Generales de Hoepner. “Ahora no se nos puede escapar Leningrado,” se dijeron los oficiales unos a otros. Hubo también mucho alivio en el seno de los Cuarteles Generales de Manstein: el periodo de movimientos pasito a pasito parecía haber terminado al fin, y el Grupo Panzer se entraría de nuevo en acción como una fuerza masiva.

El 15 de agosto Manstein entregó su mando en Luga al General Lindemann del L Cuerpo de Ejército. Se subió entonces a su vehículo de mando con sus oficiales y partió hacia el Lago Samro, donde Hoepner tenía también sus Cuarteles Generales. La carretera era pavorosa, llena de baches y arena blanda, por lo que el viaje de 125 millas le llevó ocho horas. Cubierto de polvo, Manstein y los oficiales su estado mayor llegaron a última hora de la tarde.

“¡Pónganse sus bañadores, caballeros, y al lago de cabeza!” ordenó. Pero en ese momento, un soldado llegó corriendo desde la furgoneta de comunicaciones. “¡Una llamada desde el Grupo Panzer, Herr General!”

Manstein frunció el ceño. El soldados se disculpó. “Es muy urgente, Herr General; el Comandante en Jefe en persona está en la línea.” Rápidamente Manstein fue hasta el teléfono de campaña.

Erich von Manstein.

Nuevo cambio de planes.

El sol se estaba poniendo detrás del Lago Samro en un cielo occidental de color rojo sangre. El General Manstein llegó a la furgoneta de comunicaciones. El operador de radio le entregó el receptor telefónico. “El Señor Generaloberts está en la línea, señor.”

“Manstein,” dijo el General.

“Aquí Hoepner,” dijo la voz al otro lado de la línea. “Tengo malas noticias, Manstein. Nuestro ataque sobre Leningrado está cancelado. Se ha desarrollado una seria crisis para el 16º Ejército en el Lago Ilmen, en la zona de Staraya Russa. Tendrá que actuar como una brigada de incendios. Detendrá de inmediato su 3ª División de Infantería Motorizada y le hará dar media vuelta. Múevala de nuevo al sur. La SS División Totenkopf ha sido asignada a usted de manera adicional desde el XXVIII del frente de Luga. En cuanto a usted, conducirá junto con su estado mayor a los Cuarteles Generales del 16º Ejército en Dno mañana por la mañana. Las siguientes instrucciones se las dará allí el Coronel-General Busch.”

Manstein no se encontraba demasiado satisfecho. Hoepner se dio cuenta de la decepción de su comandante de Cuerpo. “El Mariscal de Campo Leeb no detendría nuestro avance sobre Leningrado a menos que la situación fuera muy seria,” agregó Hoepner. “En cualquier caso, buena suerte, Manstein – ¡espero que regrese al norte pronto!”

Cuando Manstein informó a su estado mayor de la nueva orden hubo caras largas. ¿Quién se lo podía haber imaginado? Hace un momento estaban todos hablando de la inevitable caída de Leningrado. ¡Y ahora esto! “Todo está patas arriba”, gruñó el Comandante Kleinschmidt, el responsable de la intendencia, y comenzó a reorganizar el transporte y los suministros del Cuerpo desde cero.

La tarde siguiente, hoy, 16 de agosto, Manstein ha llegado a Dno, a los Cuarteles Generales del 16º Ejército. Esta vez, el viaje de 160 millas le ha llevado trece horas.

La situación con la que se ha encontrado ahí es, hablando claro y según sus propias palabras, una “auténtica mierda.”

Manstein, de perfil.

La crisis del X Cuerpo de Infantería.

Quince días antes, a principios de agosto, el X Cuerpo, con sus tres divisiones –la 126ª, 30ª y 290ª de Infantería- había comenzado su ataque contra el importante centro de transporte de Staraya Russa, al sur del Lago Ilmen.

La experimentada 30ª División de Infantería de Holstein se había adentrado en el interior de las poderosas defensas enemigas a nueve millas de distancia de su punto inicial, pero a pesar de los desesperados esfuerzos, el 6º y el 26º Regimientos de Infantería fueron incapaces de perforar el profundo sistema de defensas escalonado. Los regimientos de la 290ª División de Infantería de la Baja Sajonia se habían quedado igualmente atascados en frente y dentro del ancho dique antitanque que constituía la columna vertebral de las defensas soviéticas.

Los jóvenes obreros de Leningrado que nunca antes habían entrado en combate, junto con fogueadas unidades del 11º Ejército Soviético, ofrecían una aguerrida resistencia en combate a corta distancia. Cada centímetro de terreno debía ser disputado a culata de fusil, pala, pistola y lanzallamas. Tanques soviéticos enterrados, ametralladoras en fuego cruzado y un cañoneo muy pesado terminaron por congelar el ataque alemán.

Prisioneros de guerra alemanes en manos soviéticas en el sector de Staraya Russa.

Una desagradable sorpresa se llevaron también los Landser cuando se encontraron por primera vez con minas de madera. Los detectores de minas eléctricos no eran capaces de detectarlas. En algunos lugares los zapadores alemanes habían tenido que retirar hasta 1.500 de estos peligrosos artefactos.

La 126ª División de Infantería de Rhin-Westfalia, operando al norte del frente de ataque, a lo largo de la carretera desde Shimsk hasta Staraka Russa, tuvo más suerte que la 30ª y 290ª Divisiones de Infantería. Después de tres días de fieros combates, sus regimientos penetraron las defensas soviéticas con grupos de combate de infantería que habían ganado en movilidad gracias a la inclusión de unidades caza-carros, artillería, zapadores y ciclistas. Un contraataque bolchevique con tanques fue rechazado en el sector del 426º Regimiento de Infantería por la 12º compañía de ametralladoras pesadas del Teniente Fahrenberg, cuyos hombres se enfrentaron a los tanques enemigos con cargas de demolición.

Cuando, después de la profunda penetración conseguida por la 126ª División de Infantería, la 30ª División de Infantería organizó un ataque desde el flanco, los rusos se retiraron de sus últimas posiciones ante la ciudad de Staraya Russa.

Soldados alemanes bajo el fuego enemigo.

Al mediodía del 6 de agosto, el 426º Regimiento de la 126ª División de Infantería cargó contra la parte occidental de Staraya Russa, consiguiendo una penetración tan inesperada que el jefe de operaciones del 11º Ejército Soviético resultó herido y capturado.

Después de un fuerte ataque aéreo contra el fuertemente fortificado sector oriental de la ciudad más allá del Río Polstiy, donde cada casa había sido convertida en una fortaleza, el regimiento consiguió penetrar hasta los suburbios orientales. Los bolcheviques todavía resistían, lanzando contraataques inmediatos y enfrentándose a los alemanes en salvajes combates cuerpo a cuerpo en las calles en llamas.

Durante los cuatro días siguientes de continuos combates contra fuerzas soviéticas que resistían furiosamente el Río Lovat fue alcanzado en un amplio frente. Por lo tanto, el flanco derecho del Grupo de Ejércitos Norte parecía estar adecuadamente cubierto para el ataque sobre Leningrado.

Situación en el frente de Leningrado entre finales de junio y mediados de agosto.

Pero el Mariscal Voroshilov, el Comandante en Jefe del sector Noroeste Soviético, se había dado cuenta de la magnitud de la operación alemana. Empleando todas las fuerzas disponibles, incluidas las unidades de su recién llegado 34º Ejército, lanzó el 12 de agosto un ataque contra el embudo situado entre el Lago Ilmen y el Lago Seliger, donde se encontraba la ciudad de Demiansk. Este embudo, que ciertamente invitaba al ataque, había sido formado por la divergente dirección de las operaciones del Grupo de Ejércitos Norte y del Grupo de Ejércitos Centro – uno hacia Leningrado y el otro hacia Moscú. Con una superioridad numérica aplastante –ocho divisiones de fusileros, un Cuerpo de caballería y un Cuerpo blindado- el 34º Ejército Soviético lanzó un ataque envolvente contra las tres divisiones del X Cuerpo Alemán y amenazó con hacerles retroceder al Lago Ilmen.

Además, la intención de Voroshilov, tras eliminar el X Cuerpo, es la de dirigirse hacia el oeste, bloquear el cuello de tierra entre los Lagos Ilmen y Peipus y aislar a los ejércitos alemanes que operan contra Leningrado de su retaguardia. En verdad se trata de una situación crítica, pero la parte buena es que Erich von Manstein, uno de los Generales más capaces con que cuenta hoy el Reich, se dispone a solventarla.

La División Motorizada SS Totenkopf, en marcha.

Manstein interviene.

Mientras que el General Hansen con su X Cuerpo conseguía mantener sus posiciones en un arduo combate defensivo, orientado hacia el sur con el Lago Timen a su espalda, Manstein condujo sus dos divisiones rápidas, pasando desapercibidas al enemigo, hacia el expuesto flanco y la retaguardia del 34º Ejército Soviético.

Como un relámpago, la 3ª División de Infantería Motorizada y la División SS Totenkopf chocaron contra los bolcheviques el 19 de agosto. Rodaron a lo largo de todo el flanco del Ejército e hicieron trizas su retaguardia de comunicaciones. Entre las unidades de vanguardia del LVI Cuerpo Panzer se encontraba el batallón de reconocimiento de la División Totenkopf, que se había adelantado un trecho considerable por delante del grueso de la división, llegado al sector más crítico y con sus motociclistas dislocado al enemigo. Continuaron presionando y terminaron por repeler las puntas de lanza soviéticas al otro lado del Lovat. El comandante del audaz batallón de reconocimiento, el Sturmbannführer (Comandante) Walter Bestmann, que resultó herido en la acción, fue el primer miembro de la SS División Totenkopf en obtener la Cruz de Caballero.

El golpe de mano de Manstein.  Movimientos tácticos entre el 15 y el 23 de agosto.

Detalle de la operación en los alrededores de Staraya Russa.

Diagrama del contraataque soviético en Staraya Russa.

En ese momento, justo cuando el Mando Soviético se encontraba paralizado por el shock y la sorpresa, los regimientos del X Cuerpo lanzaron su ataque. Esto rubricó el desastre del 34º Ejército de Voroshilov, que fue aplastado.  Tan sólo en manos del LVI Cuerpo Panzer de Manstein cayeron 12.000 prisioneros, 141 tanques, 246 cañones y muchos cientos de ametralladoras, camiones y vehículos de toda índole.  Entre el gran botín de cañones que se obtuvo se incluía también el primer mortero múltiple Katyusha intacto que lograban capturar los alemanes, los temibles “órganos de Stalin”, así como una flamante batería antiaérea alemana de 88 mm construida en 1941, fruto de los intercambios comerciales entre Alemania y la Unión Soviética de los “tiempos felices” previos a Barbarroja.

Lanzacohetes Katyusha montado en un camión sobre orugas capturado por nuestras tropas.

El éxito del 16º Ejército supuso que la amenaza al flanco derecho del Grupo de Ejércitos Norte quedase sofocada por el momento. Pero no había lugar a que el Cuerpo Panzer de Manstein regresara a Leningrado para reunirse con las fuerzas ofensivas de Hoepner, porque Voroshilov no estaba dispuesto a cejar en sus intentos. En un alarde de recursos, tres nuevos Ejércitos Soviéticos fueron llevados a primera línea para obtener el objetivo que obsesiona a Voroshilov – el bloqueo de la lengua de tierra entre los Lagos Peipus e Ilmen. Se trataba de otra alarmante ilustración de los recursos soviéticos. El grueso de un Ejército acaba de ser aniquilado, cuando unidades de tres nuevos Ejércitos, reforzadas a plena potencia, estaban siendo empleadas en los puntos focales de la lucha defensiva entre Luga y el Lago Ilmen.

Es lebe Deutschland!
Im Osten nun marschieren wir, für Adolf Hitler kämpfen wir!

2 comentarios:

  1. curioso lo de las minas de madera, no sabia que ya antes de leningrado empezarian a tener tantos problemas con el númoer de ivanes que se encontraban,

    por cierto lo de la pelicula de rudel, yo creo que porque nadier ha decidido llebvarla al cine, porque en realidad, hacer a un nazi espectacular en una guerra, pero con una moral mala, creo que si que se podria haber hecho, pq otra cosa no, pero ese tio era nazi hasta la médula y defendia el exterminio de cualquier raza inferior

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  2. Rudel era un adepto del régimen, desde luego, pero en su libro “A pesar de todo… piloto de Stukas” no recuerdo haber leído nada acerca de aniquilar razas inferiores en plan campos de exterminio y tiros en la nuca. De manera muy insistente, Rudel se refiere al peligro de que las hordas de Stalin invadan Europa y afirma que Alemania es el único escudo capaz de salvarla. También culpa a los norteamericanos por haberles dado tanta ayuda a los soviéticos pronosticando que, si Stalin acaba ganando, no tardarán en arrepentirse. Su opinión acerca de Hitler es muy positiva. Cada vez que narra un encuentro con Hitler, Rudel destaca sus precisos conocimientos en cifras y detalles técnicos y culpa a los oficiales alemanes por estar ocultándole la realidad de la situación en el frente, razón por la cual Hitler tomaba decisiones equivocadas. Al final de la guerra, Rudel se ofrece a aterrizar cerca del Führerbunker en Berlín para rescatar a Hitler. Estas cosas son lo más “nazi” que recuerdo haber leído en el libro de Rudel.

    Aún así, independientemente de su ideología, los relatos de Rudel, de ser ciertos (nada me indica que no; sus victorias están corroboradas y la recompensa que Stalin ofreció por su cabeza así lo atestiguan), constituyen una historia de lo más apasionante. Desde sus comienzos, cuando no era considerado un piloto apto para el combate y sólo le dejaron volar misiones de reconocimiento. Luego, cuando se convierte en un héroe tras hundir al acorazado Marat en Kronsdtadt y finalmente, cuando se convierte en una suerte de “división acorazada volante” destruyendo centenares de tanques rusos con su Stuka modificado con cañones antitanque. Hay episodios verdaderamente épicos, como cuando aterriza detrás de las líneas rusas para rescatar a los camaradas de un Stuka derribado y tiene que huir cruzando un río helado, herido de bala en un hombro y corriendo descalzo a través de muchos kilómetros hasta las líneas alemanas. O como cuando continúa pilotando con una pierna amputada y la otra escayolada, manejando los pedales con cuerdas, destruyendo tanques rusos mientras enjambres de cazas rusos vuelan a su alrededor y él escucha por la radio: “¡Destruyan al cerdo Stuka!”

    No veo porqué no podría hacerse una película o una serie de televisión sobre Rudel. Se han hecho muchas sobre el Barón Rojo, sobre el acorazado Bismarck, sobre el as de U-Boot Günther Prien, sobre Rommel y sobre el propio Hitler y, puestos a atraer audiencia y contar una historia apasionante, la de Rudel sería de las mejores. Independientemente de su ideología, su historia es digna de contar. Hollywood puede luego muy bien manipular las cosas a su gusto. Ya lo hicieron con una que vi de Günther Prien, en la que lo pintaban como un anti-nazi, cosa que era mentira, al igual que a Rommel, de quien siempre destacan su papel en el complot del 20 de julio, ignorando que durante la mayor parte de su carrera fue un incondicional del régimen y un hombre muy cercano a Hitler. Lo que me gustaría ver sería una película espectacular sobre las hazañas de Rudel, especialmente dramáticas por la desesperada lucha que llevó a cabo el Tercer Reich al final de la guerra. Que luego le pinten como un demócrata irredento me podrá molestar más o menos por la falta de rigor histórico, pero yo al menos prefiero ver la película a no verla.

    Quizás dentro de unos años, o generaciones, cuando se hayan evaporado estos complejos, se termine por reconocer los actos de valor de hombres como Hans Ulrich Rudel, Erich Hartmann, Michael Wittman, Kurt Knispel o Fritz Klingenberg independientemente de su pertenencia al Tercer Reich y de su ideología. No por haber perdido la guerra en que participaron, debe el valor dejar de ser reconocido.

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