Joseph Goebbels y su encantadora familia felicitan las fiestas a todos los alemanes y Nacional Socialistas del mundo.
Camaradas,
El Reichsminister de Propaganda e Iluminación Pública Joseph Goebbels se ha aupado hoy a los micrófonos de la Radio Alemana para dedicarle a todo el Pueblo Alemán unas palabras con motivo de las fiestas navideñas:
¡Felices Navidades Nacional Socialistas!
Mientras hablo en la Nochebuena por la radio al Pueblo Alemán, soy también el portavoz de la patria ante todos nuestros soldados que se encuentran lejos de casa durante esta Navidad de Guerra de 1941. Sé que innumerables personas envidian mi capacidad de poder hablar a través del éter a millones de alemanes en muchas tierras y continentes. ¡Cuántos hombres y mujeres, hijos e hijas, desearían poder estar en mi lugar y saludar a sus hijos, maridos, hermanos o padres! ¡Cuántos soldados y alemanes en el extranjero desearían poder subirse a este micrófono y hablar a sus madres, padres, hijos o hermanos y hermanas!
Hoy tengo que hablar por todos ellos. Debo ampliar el saludo y los más profundos deseos desde aquí a allí y desde allí a aquí. Hablaré poco de política esta tarde. Todos sabemos lo que nosotros los alemanes tenemos que decir acerca de la situación del mundo y el futuro. Todo el mundo sabe que debemos resistir las tormentas de la era actual hasta que la victoria sea nuestra. Esto se ha hecho claro en los últimos años y no necesito decir nada acerca de ello.
En su lugar, quiero hablar de los pensamientos y sentimientos que nos mueven a todos nosotros esta Nochebuena. Hablaré durante media hora como una persona a otra. Consideraré las dificultades del siglo en que nos encontramos, y miraré tanto hacia atrás como hacia delante.
Hay pocos regalos bajo el árbol de navidad este año. Los efectos de la guerra son evidentes también allí. Hemos enviado nuestras velas de navidad al Frente Este, donde nuestros soldados las necesitas más que nosotros. En vez de producir muñecas, castillos, soldados de plomo y armas de juguete, nuestras fábricas han estado produciendo las cosas esenciales para el esfuerzo de guerra. Nuestras tropas son la primera prioridad.
Pero los regalos no son lo más importante de la Navidad en cualquier caso. Desde que ya no podemos celebrar la Navidad con la generosidad y el derroche del pasado, quizás podamos recordar más su naturaleza espiritual. En vez de entregar regalar a nuestra familia, amigos y comunidad, hoy expresamos nuestro amor entre nosotros y nuestra fe en todo lo que nos une. Anhelamos que un puente de oro se extienda a todos aquellos a quienes amamos a través de los lejanos países, océanos y continentes.
Todos los ojos miran a la patria. Nuestros soldados y alemanes en el extranjero (Volksdeutsche) sobre todo han aprendido cómo de hermosa es en el pasado año. Ésa puede que sea la razón por la que han combatido con tanto valor y lealtad por ella. Querían protegerla de los horrores de la guerra. Todo lo que han dejado atrás cuando han atendido a la llamada del deber esperan encontrarlo a su regreso tal y como estaba cuando se marcharon. La guerra se ha convertido en una escuela que ha acentuado el amor que todos nosotros sentimos por la patria. Sean cuales sean las dificultades de hoy o de mañana, el individuo halla allí el significado de su devoción, de su sacrificio, de su valor. Esta tercera Navidad de Guerra la celebramos de manera más espartana y modesta que antes, pero estamos protegidos y guardados contra las amenazas de nuestros enemigos. Debemos agradecer a aquellos que nos defienden, nuestros hijos, padres y hermanos, quienes han aprendido sólo en tierras lejanas entre gentes extranjeras cuánto quieren a su patria y a su pueblo.
¡La gran tarea exige el mismo sacrificio de nosotros! Las más duras exigencias recaen sobre nuestros soldados. Ellos están pasando su tercera Navidad lejos. Su patria se encuentra en el centro en torno a lo cual oscilan sus pensamientos y deseos. Su mayor orgullo ha de ser que están defendiendo la patria y protegiéndola de la furia de la guerra. Han aprendido los terrores del combate moderno que los rodea cada día. Seguramente merecen la pena sus grandes y valerosos esfuerzos con tal de ver que su pueblo y su Patria no sufren el mismo destino que innumerables pueblos y ciudades en países enemigos. ¡Pensad en lo que habría sido de sus padres, sus mujeres y sus hijos si no hubiesen defendido la patria! Cada soldado alemán debería recordar eso. La patria sólo puede ser como ellos y imaginan y como esperan encontrarla cuando vuelvan, si millones de sus padres e hijos la defienden.
Lo mismo resulta cierto para todos los alemanes que viven en el extranjero. A menudo viven en un mundo extraño, a veces hostil. No debería sorprendernos que no seamos siempre amados cuando defendemos nuestro derecho a la vida. Envidia y desconfianza, odio y persecución a menudo rodean a nuestros compatriotas. De vez en cuando leemos sobre ello en los periódicos, pero ellos lo experimentan día a día. En una minúscula minoría, son los objetivos de la propaganda hostil a Alemania. Se bufan de ellos, los acosan, registran sus casas y los encarcelan. ¿Cómo puede ser que lo soporten todo con orgullo y dignidad? Aman a la patria incluso más de lo que lo hacemos nosotros y le dan toda su devoción. Para nosotros, hablar alemán es una rutina, pero a ellos les escupen por ello. Nosotros leemos periódicos alemanes cada día, ellos los reciben meses después y se los pasan de mano en mano como un mensaje de la amada patria. Nosotros escuchamos la radio alemana cada noche, ellos ajustan sus aparatos durante horas para recibir algunas pocas palabras desde la patria. Nosotros vemos nuestras películas y noticiarios alemanes cada vez que nos apetece, pero ellos tienen que reunirse en secreto para ver una copia de una película como “La Campaña del Oeste” de la que nosotros prácticamente ya nos hemos olvidado.
Ellos, también, preferirían estar en casa antes que en el extranjero, pero se quedan en sus puestos para servir a la patria. No los desgasta el odio ni la sospecha. Son los pioneros de la germanidad en el mundo. No están ahí fuera para conquistar el mundo, como dicen nuestros enemigos, sino para defender su etnia. Esta Nochebuena, pensamos tanto en ellos como en nuestros soldados, porque sabemos que sabemos que esta Navidad es una festividad profundamente alemana que nos vincula a todos. Quizás piensen hoy que, aunque sus tareas son difíciles, al menos lo tienen más fácil de lo que lo tuvieron los alemanes en el extranjero durante la Guerra Mundial, durante la cual a menudo no tuvieron ninguna noticia desde la patria excepto las que nuestros enemigos quisieron que oyeran. Hoy, al menos están conectados a nosotros a través de la radio. Reciben nuestras noticias y discursos, escuchan música alemana y canciones alemanas, saben de las heroicas batallas de nuestras tropas. En resumen, sus imaginaciones tienden un puente que cada día les hace regresar a casa.
Y pueden estar tranquilos. Ellos no experimentarán la vergüenza de 1918, cuando el colapso del pueblo alemán les asestó un golpe demoledor. Hoy la patria sabe lo que se espera de ella, y está esforzándose al máximo. Ellos no han desertado de nosotros y nosotros no desertaremos de ellos. La patria no sería digna de los sacrificios que millones están haciendo por ella si no es siquiera capaz de luchar por ser dignos de ellos. En verdad no es sencillo. Debe abandonar muchos hábitos familiares y aceptar un millar de pequeñas y grandes privaciones. Aquellos que viven en zonas que están siendo atacadas desde el aire tienen mucho que soportar y merecen el mayor elogio y el más cálido reconocimiento.
Toda la nación es merecedora de la gran época en la que vivimos. Aún así, todas las cargas de la patria son sólo una fracción de los sacrificios, cargas y privaciones, acciones y peligros que nuestros soldados soportan, o de las persecuciones que los alemanes en el extranjero soportan sin descanso. Nosotros en casa, Dios lo sabe, no tenemos motivos para quejarnos. Tenemos que aceptar las exigencias de la guerra. La guerra nos ha hecho más duros. No ganaremos a través de debilidad. Tenemos que ser valientes y estar siempre dispuestos. No se nos concederá la victoria; tenemos que ganárnosla. Cada uno debe hacer su parte. Incluso en esta Nochebuena eso debe ser el centro de nuestros pensamientos. Llegará el día en que las exigencias de la guerra formen parte del pasado. En una Navidad venidera, nos acordaremos de esta Noche Buena. Bajo la cariñosa luz del recuerdo, ninguno de nosotros deseará habérsela perdido. Todos los muertos de la guerra brillarán como héroes resplandecientes ante nuestros ojos, todos aquellos que han entregado sus vidas para obtener una mejor vida para su nación.
Probablemente no hay nadie entre nosotros en este momento que no mire a lo alto hacia el cielo. La guerra nos ha enseñado no sólo a ser fuertes contra nuestros enemigos, sino también a aceptar nuestro destino y la voluntad de su divino soberano. Agradecemos al Todopoderoso las orgullosas victorias que nos ha concedido de nuevo. Continuaremos luchando hasta que la victoria total sea nuestra.
Nuestro tiempo juntos ha terminado. Nuestros soldados se sientan juntos y hablan de casa. En casa sólo pensamos en ellos y hablamos en espíritu con ellos. Los alemanes en el extranjero piensan una vez más en el Gran Reich de los Alemanes. A continuación todos regresaremos a los problemas y dificultades, cargas, sacrificios y privaciones de la vida cotidiana. Puede que nunca olvidemos que todos nosotros tenemos una responsabilidad, cada uno a su propio modo, de trabajar y luchar por una rápida victoria.
Mantenemos nuestros ojos fijos en ello. No dudamos durante un solo minuto. Al pensar en el Führer, quien esta tarde, también, se encuentra en todos aquellos lugares donde los alemanes se reúnen, nos acordamos de la Patria. Será mayor, más hermosa, más próspera después de que la guerra haya terminado. Será una patria orgullosa y libre para todos nosotros. Queremos agradecerle eso al Führer. Él puede fiarse de su gente en el frente, en casa y en todo el mundo. Él nos dirige, y nosotros le seguimos. Sin el menor asomo de duda, la seguimos blandiendo la bandera y el Reich. La bandera y el Reich serán puros e inmaculados cuando llegue la gran hora de la victoria.
El Führer conducirá a Alemania a la victoria.
Os saludo desde lo más hondo de mi corazón. Antes cantábamos sobre la paz sobre la tierra en nuestras canciones. Ahora ha llegado el momento de luchar por ella. ¡Paz a través de la victoria! Ése es nuestro eslogan.
Que mis palabras lleven el aroma de la patria a lo lejos en el Este y el Oeste, al frente contra el Bolchevismo, a los desiertos del Norte de África, a los mares donde nuestros submarinos y buques de guerra navegan, a las más distantes naciones y continentes y a la más alejada esquina de la tierra donde todavía late un corazón alemán, y también a la propia patria, a las ciudades y el campo, a cada cabaña y hogar.
Es lebe Herr Doktor Goebbels!
Fröhliche Nationalsozialistischen Weihnachten!
Es lebe Herr Doktor Goebbels!
Fröhliche Nationalsozialistischen Weihnachten!
Buenas.
ResponderEliminarPues feliz Navidad, y gracias por deleitar al mundo con tan notables noticias, efemérides y artículos. Sobre todo con este discurso del Gau.
Un saludo.
Muchas gracias, aunque con cierto retraso. Goebbels es una de las mentes más lúcidas con que contaba el Tercer Reich; uno de los pocos que podían presumir de poseer un brillante currículum. Su labor al frente del Ministerio de Propaganda es todavía un ejemplo a tener en cuenta en las escuelas de Marketing, según tengo entendido. Se se le suele retratar como un personaje siniestro, seguramente por la manera en que afrontó su final...
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