Camaradas,
A las seis y cuarto ha salido de la Casa Blanca el Presidente Roosevelt para dirigirse al Congreso y a las seis y media ha realizado su entrada en el salón de sesiones, donde ha sido recibido con una ovación ensordecedora. El Presidente ha dado lectura, inmediatamente al mensaje de declaración de guerra contra el Japón:
Discurso del Día de la Infamia.
Ayer, 7 de diciembre de 1941, una fecha que vivirá en la infamia, los Estados Unidos de América fueron atacados repentina y deliberadamente por fuerzas navales y aéreas del Imperio Japonés.
Los Estados Unidos se encontraban en paz con esa nación y, bajo solicitud de Japón, se encontraban todavía en negociaciones con el gobierno y su emperador con vistas al mantenimiento de la paz en el Pacífico.
De hecho, una hora después de que los escuadrones aéreos japoneses hubiesen comenzado el bombardeo de Oahu, el Embajador Japonés en los Estados Unidos y sus colegas entregaron al Secretario de Estado una respuesta formal a un reciente mensaje norteamericano. Aunque esta respuesta sostenía que parecía inútil continuar las negociaciones diplomáticas existentes, no contenía ninguna amenaza o insinuación de guerra o ataque armado.
Primer plano de Roosevelt durante su alocución.
Ayer, el Gobierno Japonés también lanzó un ataque contra Malaya.
Anoche, las fuerzas japonesas atacaron Hong Kong.
Anoche, las fuerzas japonesas atacaron Guam.
Anoche, las fuerzas japonesas atacaron las Islas Filipinas.
Anoche, los japoneses atacaron la Isla Wake.
Esta mañana, los japoneses han atacado las Islas Midway.
Roosevelt dirigiéndose al Congreso.
Japón, en consecuencia, ha desatado una ofensiva por sorpresa a lo largo y ancho de todo el área del Pacífico. Los hechos de ayer hablan por sí mismas. El pueblo de los Estados Unidos ya se ha formado su opinión y entiende bien las implicaciones a la propia vida y seguridad de nuestra nación.
Como comandante en jefe del Ejército y de la Marina, he ordenado que se adopten todas las medidas para nuestra defensa.
Siempre recordaremos el carácter del ataque que se ha lanzado contra nosotros.
Otro punto de vista.
Sin importar cuánto tiempo podamos tardar en superar esta invasión premeditada, el pueblo norteamericano con su justificado potencial se abrirá paso hasta la victoria absoluta.
Creo que interpreta la voluntad del Congreso y del pueblo cuando sostengo que no sólo nos defenderemos al máximo, sino que también nos aseguraremos de que esta forma de traición no nos vuelva a poner en peligro jamás.
Las hostilidades existen. No existe ningún asomo de duda ante el hecho de que nuestro pueblo, nuestro territorio y nuestros intereses se encuentran en grave peligro.
Con confianza en nuestras fuerzas armadas – con la inquebrantable determinación de nuestro pueblo – obtendremos el triunfo inevitable – que Dios nos ayude.
Solicito que el Congreso declare que desde el ataque ruin no provocado por parte del Japón del 7 de diciembre, existe el estado de guerra entre los Estados Unidos y el Imperio Japonés.
Roosevelt firma la declaración de guerra, algo a lo que está muy acostumbrado y para lo que ciertamente ha nacido.
En realidad, no hay más que un responsable para esta guerra, y éste no es otro que Franklin Delano Roosevelt, quien puede reclamar para sí el orgulloso título de "padre de la guerra". Roosevelt tiene ahora la guerra que quería, del mismo modo que Stalin, jefe de los bolcheviques, había concentrado sus Ejércitos centra Europa con el fin de aplastarla cuando las naciones europeas se encontraran debilitadas por la guerra, la política norteamericana ha preparado sistemáticamente durante años el cerco del Japón con el fin de impedir la evolución nacional del Imperio Nipón y de darle el golpe de gracia cuando llegara el momento oportuno.
Norteamérica tendrá ahora todo aquello contra lo cual habían estado bregando algunos americanos razonables a costa de su seguridad personal. En Alemania se sabe que una guerra lleva consigo preocupaciones, lágrimas y sangre; no se puede, sin embargo, limitarse a hacer tal afirmación, sino que hay que recordar las necesidades históricas de las naciones. Al hablar en esta forma acerca del Presidente de los Estados Unidos, no lo hacemos por el afán de pronunciar insultos, sino porque se quiere poner de relieve que Roosevelt debe ser considerado como un instrumento de la negación y del mal.
El infame día en que los Estados Unidos y Gran Bretaña van juntos a la guerra. Churchill no ha faltado a su palabra y ha declarado la guerra a Japón hoy mismo.
Norteamérica tendrá ahora todo aquello contra lo cual habían estado bregando algunos americanos razonables a costa de su seguridad personal. En Alemania se sabe que una guerra lleva consigo preocupaciones, lágrimas y sangre; no se puede, sin embargo, limitarse a hacer tal afirmación, sino que hay que recordar las necesidades históricas de las naciones. Al hablar en esta forma acerca del Presidente de los Estados Unidos, no lo hacemos por el afán de pronunciar insultos, sino porque se quiere poner de relieve que Roosevelt debe ser considerado como un instrumento de la negación y del mal.
Ahora, los frentes están delimitados. La decisión comienza con la seguridad de que el bien triunfará. Berlín y las capitales de los países aliados han conocido con admiración y orgullo la declaración del presidente del Consejo Japonés, quien ha dicho que ha llegado el momento, para cien millones de japoneses, de sacrificarlo todo por la Patria.
Es lebe Japan!
Gott straffe Amerika!
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