Idílica representación del acorazado Marat que ya no volverá a repetirse.
Desde hace tres días el puerto de Kronstadt se encuentra bajo el punto de mira de la Luftwaffe, que está decidida a acabar con el último refugio de la Flota Soviética del Báltico y silenciar de una vez por todas los cañones navales de gran calibre con los que los buques soviéticos martillean las posiciones alemanas ante Leningrado Entre los objetivos de Kronstadt destacan los cruceros Kirov y Maxim Gorki pero, sobre todo, los acorazados Oktyabrskaya Revolutsiya (Revolución de Octubre) y Marat (antiguo Petropavlovsk). Durante el transcurso de los bombardeos, la Luftwaffe y la artillería ha conseguido dañar a los cuatro buques. El acorazado Revolución de Octubre, alcanzado por seis bombas, ha quedado muy malparado, pero el Marat, a pesar de haber encajado un proyectil de artillería de 15,2 cm, se mantiene en plena actividad. La orden que se ha transmitido hoy a todos los pilotos de la Luftwaffe en la zona de Leningrado es bien concisa: "¡Hundid al Marat!"
Impresionante fotografía en color del acorazado Marat (23.000 toneladas) en el puerto de Gydnia en 1934.
El Teniente de 25 años Hans Ulrich Rudel es uno de los hombres que van a participar hoy en el ataque a Kronstadt. Piloto de Stuka integrado en el Staffel 1 (1º Escuadrón) del Stukageschwader 2 (2º Grupo de Bombarderos en Picado), su bautismo de fuego se produjo hace poco, el pasado 23 de junio, y en su breve carrera sus aptitudes le han hecho ya merecedor de la Cruz de Hierro de Primera Clase. Pocos creerían si les dijera que Hans Ulrich Rudel, hasta hoy nada más que uno de los cientos de pilotos de Stuka que combaten en el Frente Este, está destinado a escribir algunas de las páginas más gloriosas de esta guerra. Sin que sirva de precedente, tenemos el privilegio de contar con el testimonio personal de Rudel acerca de su acción de hoy sobre Kronstadt. Lean con atención, porque se trata de nada más ni nada menos que el relato de cómo ha obtenido la Cruz de Caballero de la Cruz de Hierro:
Rudel a los mandos de su máquina. No deja de ser cuando menos curioso que, durante buena parte de la carrera militar de Rudel, sus instructores le hayan considerado un "piloto mediocre", hasta el punto de no haberle permitido volar en misiones de combate durante las campañas de Polonia, Francia, Inglaterra y los Balcanes. Tan sólo la imperiosa necesidad de pilotos para la Operación Barbarroja por parte de la Luftwaffe le ha abierto la puerta hacia la gloria a este natural de Silesia, abstemio, grandísimo aficionado al deporte y ferviente Nacionalsocialista.
Por fin recibimos las dichosas bombas de 1.000 kilogramos y, a continuación, una patrulla de exploración de la Luftwaffe nos trae la noticia de que el acorazado Marat se encuentra amarrado en el puerto de Kronstadt, sospechando que le están arreglando los daños que le hemos ocasionado el día 16 del presente mes. Estoy tan exaltado que me comparo, irónicamente, a un toro que ve un paño rojo. Llegó por fin el día en que podré demostrar mi capacidad.
Con la ayuda de los pilotos de la patrulla de exploración me informo acerca del tiempo, la dirección del viento y otras cosas que pueden ser de importancia para mí. Después de esto, ya no veo nada más a mi alrededor, tengo una sola ambición: quiero llegar ahí lo más pronto posible. Sé que una vez allí, daré en el blanco, porque debo acertar. Así despegamos y con el pensamiento ya en plena acción en la zona del blanco codiciado, llevando en los vientres de los aviones las nuevas bombas de 1.000 kilogramos que deberán acabar hoy con el acorazado.
Nos encontramos volando bajo un cielo límpido; ni una sola nube interrumpe el azul uniforme del firmamento. Las mismas condiciones climáticas observamos al volar poe encima del agua. Ya al llegar a la franja de la costa nos atacan los primeros cazas soviñeticos, pero no nos pueden hacer cambiar de rumbo; faltaba más…
Seguimos volando a 3.000 metros de altura y la Flak (artillería antiaérea) que nos recibe en Kronstadt es mortífera. Estamos a una distancia de unos diez a quince kilómetros y nos parece más lejos que nunca, pues con una defensa tan formidable es muy probable que el enemigo dé en el blanco. Ya no podemos esperar más; el segundero de mi reloj avanza a paso de tortuga, mientras que el Capitán Steen y yo seguimos volando, con toda testarudez, en dirección recta a nuestra presa. Proseguimos nuestra marcha aferrándonos a la suposición de que el ruso ya no nos combate individualmente, sino que tiende más bien una cortina de proyectiles, barriendo de esta manera a una cierta altura.
Los otros describen las figuras más atrevidas en el aire; no sólo las escuadrillas entre sí, sino también las sub-unidades, creyendo que ésta es la forma más conveniente de esquivar las probabilidades de ofrecer blanco a la defensa antiaérea, cambiando paulatinamente de altura y de posición.
Diviso a las dos máquinas de la Plana Mayor de la Compañía, distinguibles por el color azul en el casco de la hélice, rasando a través de las formaciones. Una de ellas pierde su bomba. Todo el cielo sobre Kronstadt es un infierno y el peligro de colisión es inminente.
Faltan aún unos kilómetros y alcanzo ya a distinguir, ahí delante, al Marat. El ruido de los estallidos a nuestro alrededor es infernal; los bancos de nubes formados por las explosiones de los proyectiles de la Flak flotan en el espacio mientras los cañones antiaéreos trazan sus huellas luminosas de los más diversos colores. Si la situación no fuera tan seria, se podría decir que se trata de “un carnaval aéreo”. Otra vez vuelvo a mirar hacia abajo, hacia donde está amarrado el Marat. Detrás del acorazado puedo descubrir el crucero Kirov… ¿o es el Maxim Gorki? Estas naves todavía no participan en el tiroteo pero recuerdo que la última vez observaron un comportamiento semejante. Según comencemos a caer en picado sobre ellos, abrirán fuego. Nunva me pareció tan larga y penosa la inevitable ruta a través de la defensa antiaérea, nunca me pareció tan mortífera. ¿Sacará el Capitán Steen también esta vez las aletas que frenan la caída? ¿O volverá a lanzarse en picado “sin nada”, como lo hizo la última vez? Ocupado en estas ideas observo, a la vez, cómo las va sacando; yo lo imito, echando una vez más un vistazo a su cabina.
Leo en su rostro la expresión de la máxima concentración. Estamos en pleno vuelo en picado y nuestras máquinas casi se rozan. Nuestro ángulo de caída será de unos 70 a 80 grados, mientras que la mira óptica comienza a localizar al Marat que aumenta de tamaño segundo a segundo. Todas las bocas de los cañones nos tirotean desenfrenadamente; nosotros no lo vemos, pues todos nuestros nervios están concentrados sobre el blanco, sobre nuestra tarea. Si logramos poner fuera de combate a esta nave, se ahorrará mucha sangre de nuestros compañeros que combaten en tierra. Pero.. ¿y eso?... ¿qué ocurre?... la máquina del Capitán Steen se aparta progresivamente de la mía. Su avión es mucho más rápido que el mío. ¿Habrá replegado las aletas del freno?... Yo hago lo mismo, acercándome a una velocidad espeluznante a la cola de su máquina; la mía es tan elevada que ya no puede frenar más. Muy cerca, veo la cara de Lehmann, el artillero del Capitán Steen, y observo cómo se dibuja en el susto en sus facciones pues para él ya es cosa hecha que a cada momento mi hélice le corte los dispositivos de comando, originando así una colisión. Con todas mis fuerzas, intento aumentar más el ángulo de caída. Estoy sentado como sobre puntas de alfileres; ¿tendré contacto con la maquina del Capitán, que está a pocos centímetros de la mía… o lograré pasar por debajo?... Casi rozando, la paso de largo… Es como si la Divina Providencia me quisiera indicar que todo irá bien hoy. Tengo al Marat en el centro de mi mira óptica; mi Ju 87 cae regularmente, sin desviarse ni un centímetro de la ruta fijada.
Tengo el presentimiento de que es imposible errar el tiro. Ahora veo al Marat en su tamaño normal. Marineros corren de un punto al otro, llevando la munición para los cañones antiaéreos, en el mismo instante en el cual acciono sobre el botón para desprender la bomba, tirando a la vez con todas mis fuerzas de la palanca. ¿Bastará la altura para poder atajar la caída de la máquina? Lo dudo; estoy en pleno vuelo en picado, sin haber aminorado la velocidad vertiginosa que llevo valiéndome de las aletas de freno. Al lanzar la bomba, estoy a unos 300 metros sobre el nivel del mar.
Recuerdo que el Capitán Steen nos instruyó que estas bombas especiales hay que largarlas, como mínimo, desde una altura de 1.000 metros, pues el efecto de las esquirlas en el momento de la explosión puede destrozar la propia máquina. Lo había olvidado por completo. Quiero destruir al Marat. Tiro y sigo tirando del “bastón” con toda la fuerza de que dispongo, desatendiendo toda instrucción.
"¡Teniente, el barco explota!"
Fotografía auténtica de la explosión del Marat obtenida desde uno de los Stukas atacantes.
La aceleración es demasiado grande; apenas si puedo distinguir algo y a la vez noto cómo se me turba la vista, sufriendo un desmayo de unos pocos instantes, lo que nunca me ocurrió hasta la fecha. Pero sigo creyendo firmemente en mi destino; si tengo tiempo para contener la caída, entonces solamente lo lograré de esta manera. Todavía no he recuperado del todo mis facultades mentales debido a la vertiginosa caída, cuando de pronto me parece oir la voz de Scharnovski, mi artillero de cola: “Teniente, el barco explota.”
El desvencijado y parcialmente hundido acorazado Marat. Toda la superestructura, una torreta y el puente han quedado destruidos. El buque se ha hundido en el fondo poco profundo del puerto. A su alrededor se arremolinan barcazas y buques menores. Los rusos tratarán de reflotarlo para que, aunque no pueda navegar, pueda seguir sirviendo como plataforma artillera.
Detalle de la misma fotografía, donde la flecha señala el lugar donde debería encontrarse la popa del Marat, volada.
Miro fuero de la cabina. Estamos volando a unos tres o cuatro metros por encima de la superficie del agua y para poder observar con más tranquilidad, describo ligeramente una curva. Ahí está el Marat, envuelto en una nube negra que alcanza una altura de 400 metros y de inmediato, tengo la impresión de que le he dado exactamente en la santabárbara. “Le felicito, Teniente.”
Scharnovski es el primero de todos los compañeros que me expresan su satisfacción y su admiración. Pero ya a los pocos segundos me llegan las felicitaciones de todas las demás máquinas de la Compañía. De diestra y siniestra, de todas partes, me saludan lanzando sus mensajes al éter. Una voz me sobresalta. ¿No tiene ella el timbre de voz del Comandante? ¡Cómo me invade la emoción, igual que después de haber vencido en una prueba deportiva y, a la vez, creo ver en miles de ojos de mis compañeros en la infantería y demás tropas combatientes en tierra, cómo me agradecen esta hazaña, pues saben que de este modo se ha ahorrado mucha sangre juvenil!
Es lebe Hans Ulrich Rudel, Stuka Pilot!
Sieg Heil!
Es lebe Hans Ulrich Rudel, Stuka Pilot!
Sieg Heil!
SÓLO QUIEN SE DA POR VENCIDO ESTÁ PERDIDO. Ulrich Rudel
ResponderEliminarNo sé porque homenajean a Quiñones que solo se aventó a una batería anti aérea ecuatoriana. En cambio Ulrich Rudel, destruyó un buque de guerra de enorme calado. Además creo que condujo uno de los primeros aviones de reacción.
ResponderEliminarHomenajean a Quiñones, por que hizo un acto heroico, una demostración de valor teniendo la opción de salvar su vida. Despreció a la misma en aras de los altos ideales de nuestra patroa en guerra. Ulrich se murió de viejo, si estuviese vivo, cualquiera le preguntara si hubiera querdio perder la vida en pro de los altos ideales patrióticos y veras que simplemente la "LA VERGA" el arrojo a punto de perder la vida, no estaba en é, eso es solo para MACHOS.
EliminarRudel es el más grande soldado de toda la Historia. Así de claro. Creo recordar que en su biografía comentaba algo de los aviones a reacción, pero que prefirió continuar manejando Stukas, con los que poseía una enorme habilidad y podía causar el mayor daño. Además de un acorazado, Rudel destruyó mas de 500 tanques rusos y miles de vehículos y otros objetivos. Él solo era una división acorazada. Hitler le concedió la Cruz de Caballero con Hojas de Roble, Espadas de Oro y Brillantes. La más alta condecoración al valor que había pensado otorgar a los doce soldados del Tercer Reich más valientes tras la victoria final en la guerra. Tan sólo Rudel recibió la medalla.
ResponderEliminarHans Rudel fue el mas grande soldado que jamas a existido. Valiente, inteligente y leal a sus principios, representa la mas alta expresion del ideario nacional-socialista aleman.ETERNAMENTE ESTARA EN LOS CORAZONES DE QUIENES COMO YO LE CONOCIERON.Pase lo que pase en el mundo, opinen lo que opine el mundo, todo es pasajero y relativo, menos los Hans Rudel.
ResponderEliminarHola... disculpa. . Es verdad que conociste a Hans Rudel?
EliminarSu carrera militar bien merece una película al estilo de las grandes superproducciones de la Segunda Guerra Mundial, aunque me temo que su adhesión política les ha echado para atrás a las productoras de cine. Quizás terminen haciéndola, pero tergiversando la Historia y poniendo a Rudel como un héroe militar que en el fondo de su ser odiaba el Nacional Socialismo, tal y como hicieron con la película de Günther Prien. En el caso de Rudel sería especialmente hilarante.
ResponderEliminarUN BUEN HOMBRE UN CABALLERO UN PATRIOTA CON PRICIPIOS. FELICITO A ALEMANIA POR TENER UN HEROE COMMO HANS RUDEL.
ResponderEliminarSIEG HEIL, HANS RUDEL.
ResponderEliminarPero por suerte ya no existe mas el centro bolchevique de Moscu !!!
ResponderEliminarPero por suerte ya no existe mas el centro bolchevique de Moscu !!!
ResponderEliminarBurn in hell! My granddad died on that ship.
ResponderEliminarMuchos aqui losn a Rudel como el gran soldado que fue, pero por encima de todo celebramos que fue un buen nacional socialista, Salve Victoria
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