domingo, 9 de octubre de 2011

La hora desesperada en Moscú... y Londres – 09/10/1941.

Camaradas,

Después de otorgarle el don divino de prever lo por venir, el caballero Apolo castigó a la señorita Casandra a que nadie creyera en sus profecías. Y así ocurrió la caída de Troya, prevista y anunciada por una Casandra a quien ningún ser viviente daba crédito.

Las noticias que llegan desde Rusia sacan a Churchill y al Tío Sam de su sueño.  "Rosy sueña en que otros ganan la guerra para las democracias."

Un suplicio semejante al de la amada de Apolo es el que sufren estos días los periódicos de Londres. "Ya lo dijimos nosotros y nadie nos quiso creer", y se revuelven contra el escepticismo corrosivo de los de arriba y de los de abajo. "Hemos estado casi solos cuando nos negábamos a ser arrastrados por él camino de un rosado optimismo en cuanto a la guerra en el Frente Este", dice —Casandra desencantada y vencida— el Daily Mail. "Los soviéticos tienen la espalda pegada a la, pared; nunca nos hemos hecho ilusiones acerca del peligro y hemos venido sin cesar sosteniendo que la ayuda a Rusia era urgente", escribe -Casandra rencorosa— el News Chronicle. "La situación en Rusia fue grave desde el día primero en que Hitler atacó a su vecino oriental; lo hemos dicho siempre y hemos defendido una acción ofensiva despiadada de todas nuestras fuerzas contra el Continente", sostiene —Casandra iracunda y agresiva,— el Evening Standard.

La superioridad alemana es el resultado de la perfecta coordinación entre todas las armas, un concienzudo entrenamiento, la competencia de sus líderes y la fidelidad en la ideología Nacionalsocialista.

Y todos, todos los comentaristas tocan la misma sinfonía de las bacantes desmelenadas, saltando por los montes y bosques estremecidos de sus lamentos, porque los dioses les han arrebatado la gracia y la esperanza. "Cuantas más batallas gane Alemania en Rusia, más se acerca la guerra a nosotros; si Alemania triunfa en Rusia, el Imperio británico y los Estados Unidos serán los únicos obstáculos que se opongan al apetito de dominio universal; el día en que el Ejército Rojo quede destruido, ningún Ejército del mundo podrá ni aproximarse siquiera al tamaño del Ejército Alemán." Estos son los pronósticos en Inglaterra.

Los estragos que la superioridad aérea alemana ha ocasionado en una estación de vagones de carga soviética.

Y mientras tanto, la Cámara de los Comunes –lo que queda de ella tras el Blitz- entra en el debate para abordar el gran problema de la distribución de hombres y mujeres en el Ejército, en la Marina, en la Aviación y en las fábricas de una nación de cuarenta y. cinco millones. Es uno de los problemas más difíciles de resolver, pero —como ha dicho el Ministro de Trabajo Ernest Bevin"este país ha sido lento en el período de transformación de la paz a la guerra", y ahora, como no se puede perder ni un solo cerebro, ni un solo músculo, ni un solo minuto, ahora es cuando el ministro y el Parlamento van a ponerse, sin más demoras, manos a la obra.

Representación fantástica de la propaganda británica acerca de cómo el valor (¿¡!?) del soldado soviético se enfrenta a la superioridad material alemana.

Desde que empezó la guerra en Rusia, ha habido, según el Evening Standard, tres clases de insensateces en esta isla. La de los que pensaban que Rusia se derrumbaría rápidamente. La de los que, arrojando el sombrero al aire, se congratulaban de que Hitler hubiera cometido el más grande de sus disparates, "olvidándose de que con disparates análogos había Hitler conquistado toda Europa". La de los ciegos optimistas que, estando los rusos encargados de liquidar la guerra, pensaban que la pesadilla concluiría en unas semanas con la derrota de Hitler. A tales fantasías atribuyen ése y otros periódicos el hecho estupendo de que no se haya aprovechado la guerra en Rusia para una revisión completa de la estrategia en los frentes militares e industriales.

Al espectador imparcial y sencillo se le ocurren otras cosas. Si es verdad, como se dice ahora, que los rusos no tuvieron nunca la iniciativa y que el peligro no es hoy más grave de lo que lo fue en junio, ¿por qué se nos ha ido escamoteando? Hoy parece como si hubiera sonado la hora final para los rusos. Hasta ahora, los Ejércitos rojos perdían terreno por necesidades estratégicas y perdían sus cuadros íntegros cumpliendo órdenes y conforme a un plan cuyo desenlace se vería en el momento adecuado, como en el año 1812 cuando el incauto Napoleón. Desde hoy, la consigna es muy distinta:: "No ceded un palmo de terreno", decreta el Kremlin. El terreno no importaba antes o, por lo menos, importaba en menor grado que la conservación de los Ejércitos. Hoy, el terreno es lo que importa, y los clarines lanzan un grito desgarrador: "Ha llegado la hora desesperada", dice Daily Express.

Tod dem Bolschewismus!
Gott straffe Engelland!

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