lunes, 3 de octubre de 2011

El Führer se confiesa ante el Pueblo Alemán - 03/10/1941.


Camaradas,

En el discurso pronunciado esta tarde en el Sportpalast de Berlín con motivo de la inauguración de la Campaña de Ayuda Invernal Winterhilfswerk 1941-1942, el Führer y Canciller Alemán Adolf Hitler ha dicho muchas cosas trascendentales para el futuro de Alemania y de Europa. En primer lugar, ha declarado que la finalidad de su discurso no es la de contestar a uno de los hombres de Estado que se han extrañado recientemente de su largo silencio. "El mundo podrá algún día comprobar qué es lo que ha tenido más importancia en los meses últimos, si los discursos de Churchill o las acciones del Führer."


Hitler ha puesto a continuación de relieve que le había sido muy difícil disponer del tiempo necesario para asistir a esta manifestación por el hecho de que precisamente en este momento se han comenzado en el frente del Este operaciones con las que se prepara un nuevo acontecimiento de formidables proporciones. "Desde hace cuarenta y ocho horas ha comenzado una nueva ofensiva de proporciones gigantescas que contribuirá a aplastar al enemigo del Este."

En nombre de los millones de combatientes alemanes, el Führer ha solicitado de la Patria que añada a todos sus demás sacrificios de este año los que requiere la Campaña de Ayuda Invernal. Ha puesto de relieve que la batalla que comenzó el 22 de junio tiene una importancia mundial y que solamente la posteridad podrá considerar toda la amplitud y alcance de este acontecimiento, el cual ha inaugurado una nueva era.

El impresionante marco del Sportpalast de Berlín.  20.000 personas de capacidad para escuchar en vivo y directo al Führer.

El Führer no ha querido esta guerra.

El Führer ha recordado después que él no había querido tampoco esta lucha, sino que había perseguido siempre un sólo objetivo, esencialmente definido por el programa del partido Nacional Socialista. "Jamás he sido infiel a este objetivo y jamás he abandonado este programa. Ni yo ni todos nosotros teníamos necesidad de esta guerra, ya que nuestras obras de paz habrían bastado para eternizar nuestro nombre. Por otra parte, no habíamos agotado nuestras creaciones, sino que en muchos terrenos nos encontrábamos tal vez sólo en el comienzo."

Hitler ha puesto después de relieve los principios en los cuales basó sus esfuerzos y que son: primero, la consolidación interior de la nación alemana; segundo, la obtención de la igualdad de derechos en el exterior, y tercero, la unión del pueblo alemán y, con ella, el restablecimiento de un Estado natural que había sido interrumpido artificialmente durante varios siglos.

Sus ofertas de paz fueron rechazadas.

Refiriéndose después nuevamente a los principios del Nacional Socialismo, el Führer ha dejado claro que dichos principios alejaban toda idea de guerra.

Pero una cosa era segura, y es que no queríamos en ninguna circunstancia renunciar al restablecimiento de la libertad alemana y con ella a las condiciones necesarias para el renacimiento de la Nación. Animado por este espíritu hice al mundo gran número de proposiciones. Todas las ofertas de paz que hice al mundo, las propuestas de desarme, las proposiciones destinadas a crear una economía razonable y un ordenamiento nuevo, fueron rechazadas.


A pesar de ello conseguimos poco a poco ejecutar, por medio de un trabajo de paz que duró varios años, la gran reforma del interior y también comenzamos a realizar la unión de la nación alemana, la creación del gran Reich alemán y la reabsorción de millones de compatriotas alemanes dentro de su Patria, volviendo de esta manera a poner a disposición del pueblo alemán el peso de su número y de su íuerza política. Durante este tiempo conseguí ganarme cierto número de aliados, a la cabeza de los cuales se encuentra Italia, dirigida por un hombre de Estado al que me une una amistad profunda e íntima. (Vivos aplausos.) Nuestras relaciones con el Japón, igualmente, no dejaron de mejorar. Teníamos además en Europa cierto número de pueblos y de Estados que no habían dejado nunca de manifestarnos una simpatía y una amistad siempre iguales, ante todo Hungría y algunos estados nórdicos.

La responsabilidad de Churchill.

A estos pueblos vinieron a unirse otros pero no, desgraciadamente, el pueblo cuya amistad quise procurarme toda mi vida, el británico. La responsabilidad de ello no incumbe al pueblo inglés en su conjunto. Los responsables son algunos hombres que en su odio feroz y ciego saboteaban todo intento de acercamiento de este género, ayudado en ello por ese enemigo internacional del mundo que conocemos todos: la judería internacional.

Entonces llegó por fin, el día, exactamente como en 1914, en que hubo que tomar una grave decisión. No vacilé en adoptarla, porque estaba convencido del hecho siguiente: si con mis medidas y mis ofertas de amistad no pude adquirir la amistad de Inglaterra, no sería posible adquirirla tampoco en el porvenir, y no quedaba más que el combate. Entonces agradecí al destino el que el combate pudiera desarrollarse bajo mi dirección (aplausos frenéticos.)

Estoy convencido de que una acuerdo racional con aquellos hombres es completamente imposible. Durante todos los meses en que me esforcé por llegar a un acuerdo, Churchill no hizo más que gritar que quería la guerra. Pues ya la ha tenido y todos sus compañeros belicistas que habían afirmado que sería una "guerra encantadora" y que se habían felicitado el 1 de septiembre de 1939, deben pensar hoy de otra manera. Y si hasta ahora, por casualidad, no se hubieran enterado de que esta guerra no será ciertamente un asunto encantador para Inglatera, terminarán por darse cuenta de ello, tan seguro como que ahora estoy delante de vosotros. Estos belicistas habían conseguido utilizar para sus fines a Polonia, me refiero tanto a los belicistas del antiguo como del Nuevo Continente. En aquel momento, Inglaterra no mendigaba todavía socorro en todas las partes del mundo, sino que prometía generosamente su ayuda a todos los que podían aceptarla.

La verdad y la mentira, frente a frente.

Entonces precisamente hice a Polonia las proposiciones de las que me veo obligado a hablar hoy por haber evolucionado los acontecimientos de manera que nosotros no habíamos concebido. Fue sin duda la todopoderosa Providencia la que impidió entonces que fuera aceptada mi oferta. (Grandes aplausos.) Desde entonces, ss desarrolla una lucha que ha puesto frente a frente a la verdad y la mentira, y, como siempre, esta lucha terminará con la victoria de la verdad.

En otros términos: sean cuales fueren los embustes del judaismo internacional y de sus cómplices democráticos, no podrán alterar en nada los hechos históricos. Y el hecho histórico es que hace dos años que Alemania aplasta a sus adversarios uno detrás de otro. (Aplausos ensordecedores.) Inmediatamente después del primer combate, tendí de nuevo la mano. Fui rechazado y desde entonces hemos visto todos que el belicista Churchill y sus cómplices aprovechaban inmediatamente toda oferta de paz hecha por mí para declarar que constituía una prueba de debilidad. Por consiguiente, renuncié a volver a intentar este camino: no puede haber más que una sola solución bien clara, una decisión de alcance mundial valedera para los cien años próximos.


Rusia traicionó el Acuerdo con el Reich.

En mis esfuerzos por reducir continuamente la extensión de la guerra me decidí en 1939 a enviar a Moscú a mi Ministro de Asuntos Exteriores, lo que representaba para mí tener que dominar mis sentimientos mis íntimos. Me esforcé por realizar un acuerdo y vosotros sabéis con qué honradez cumplí mis compromisos. Desgraciadamente, desde el principio se vio que en el otro lado la consecuencia de estos Acuerdos era una traición que liquidó primeramente todo el Noreste de Europa. Todos vosotros sabéis lo que representó entonces para mí contemplar en silencio cómo era estrangulado el pequeño pueblo finlandés. Lo que significó también que los Estados Bálticos fueran también sojuzgados, esto sólo podrá ser comprendido por aquellos que conocen la Historia alemana y que saben que no hay en aquellos Estados un solo kilómetro cuadrado de terreno que no haya sido labrado por colonos alemanes y cuya cultura y civilización no hayan venido de Alemania. A pesar de ello, guardé silencio.

Solamente cuando sentí, semana tras semana, cada vez más claramente, que Rusia veía llegar el momento de marchar contra nosotros, según iba recibiendo datos de que junto a nuestra frontera surgían aeródromos uno al lado de otro, que en dicha frontera se concentraban una tras otra Divisiones traídas de todas las partes del gigantesco Imperio Soviético, entonces me vi obligado a preocuparme a mi vez, porque en la Historia no hay excusa para el que comete una falta. Me siento responsable ante el pueblo alemán, en mi calidad de Führer del Reich alemán, de la existencia presente y, en la medida de lo posible, de su porvenir.

Rechacé las exigencias de Moscú.

En estas condiciones me vi obligado también a adoptar medidas defensivas. Estas medidas fueron de carácter puramente defensivo; sin embargo, en los meses de agosto y septiembre de 1940 se vio que ya no era posible retener en el Oeste a toda la Aviación alemana, ya que a mi espalda tenía un Estado que se aprestaba a entrar en acción contra nosotros en cualquier momento. Pero es cierto que hasta ahora no nos habíamos dado cuenta plenamente de la envergadura de los preparativos, ya por aquel entonces terminados.

Quise entonces, una vez más, aclarar todo el problema y por ello invité a Molotov a venir a Berlín. Me planteó las cuatro condiciones que ya conocéis: Primera: Alemania había de consentir en que Finlandia fuera liquidada por Rusia; no pude hacer otra cosa que negarme a dar el consentimiento solicitado. La segunda petición de Molotov fue saber si la garantía alemana dada a Rumania protegería a ésta contra un ataque ruso. También en este punto permanecí fiel a la palabra que había dado. No lamento el haberlo hecho (Aplausos), porque en Rumania también he encontrado un hombre de honor en la persona del General Antonescu, que se ha atenido ciegamente a la palabra dada. La tercera petición se refería a Bulgaria. Molotov reclamaba la creación de guarniciones soviéticas en Bulgaria con el fin de "garantizar" a dicho país. Lo que significaban estas guarniciones lo sabíamos por el ejemplo de Estonia. Letonia y Lituania. Hice observar entonces que esta garantía dependía de aquél a quien se quería garantizar. La cuarta petición se refería a los Dardanelos. No es extraño que Molotov quiera ahora desmentirla, pero es cierto que planteó esta exigencia y que yo la rechacé. Desde aquel momento observé con atención a la Unión Soviética.

El ataque sorpresa contra la Unión Soviética.

Ya en el mes de mayo la situación era tal que no quedaba ninguna duda de que Rusia tenía intención de precipitarse contra nosotros en cuanto se le ofreciera la primera ocasión. Me vi obligado a guardar silencio en aquella época, lo que fue muy difícil para mí. Era menos difícil guardar silencio con mi Patria, ya que ésta debe comprender que hay momentos en que es imposible hablar si no se quiere poner en peligro a la nación entera. Me costó mucho más trabajo callarme ante mis soldados, alineados, división por división, en la frontera del Este, y que no sabían de qué se trataba en el fondo. Era precisamente a ellos a quienes no podía hablar, ya que si hubiera dicho una palabra, ello no habría cambiado, ciertamente, la decisión de Stalin, pero en cambio habría perdido la única posibilidad que me quedaba: la del ataque por sorpresa.

La lucha más grande de la Historia.

Por ello me decidí a ser yo quien diera el primer paso. Entonces adopté, ahora puedo decirlo, la decisión más grave de toda mi vida, ya que un paso semejante abría una puerta detrás de la cual no había más que misterios.  Sólo el mundo futuro sabrá con detalle cómo llegó y cómo fue tan lejos.  Ahora uno puede apoyarse sólo en la fe, confiar en su nación y en la fortaleza de sus brazos.  Y entonces haré lo que a menudo dije en el pasado, pedir a Dios no ayuda en los tiempos de debilidad, sino que bendiga al que tiene voluntad y está dispuesto a luchar la santa y sacrificada lucha por su existencia. En la mañana del 22 de junio de 1941 comenzó la lucha más grande de la Historia. Desde entonces han transcurrido tres meses y medio y he podido comprobar que todo se ha producido según el programa preestablecido.(Frenéticos aplausos.) Durante todo este tiempo los dirigentes militares no se han dejado un solo momento arrancar la ley de la iniciativa. (Nuevos aplausos ensordecedores.)

Todas las operaciones se han desarrollado según el plan previsto, como anteriormente en Polonia en el Este, contra Noruega en el Norte, en la campaña del Oeste y en la de los Balcanes en el Sudeste. Hay una cosa que tengo que hacer constar aquí: no nos hemos engañado en la exactitud de nuestros planes; no nos hemos engañado tampoco en el valor histórico sin igual del soldado alemán; tampoco nos hemos engañado en lo referente a la calidad de nuestras armas, ni en la calidad y el funcionamiento irreprochable de nuestra organización del frente y de los espacios gigantescos de la retaguardia y, por último, tampoco nos hemos engañado acerca del pueblo alemán.


El enemigo está ya aplastado y no se volverá a levantar jamás.

Sin embargo, nos han engañado en una cosa: no sabíamos nada de los preparativos gigantescos de nuestro enemigo dirigidos contra Alemania y contra Europa, y no sabíamos que el peligro era tan grande y que hemos evitado, por escaso margen de tiempo, el aniquilamiento no sólo de Alemania, sino de toda Europa. Hoy puedo decirlo. (Aplausos frenéticos:) No lo había dicho hasta ahora, porque hoy puedo afirmarlo, en un momento en que el enemigo está ya aplastado y no se volverá a levantar jamás. (Los aplausos ensordecedores se prolongan durante varios minutos.) Había sido acumulada contra Europa una potencia de la que la nadie se puede hacer idea. Habría sido una segunda invasión de Genghis Khan. Este peligro ha sido eliminado, lo que se debe, en primer lugar, al valor, tenacidad y abnegación de nuestros soldados alemanes y de los sacrificios de los que han combatido en nuestras filas.

Por primera vez se ha manifestado en nuestro Continente algo parecido a un despertar. Al Norte se baten los finlandeses, verdadera nación de héroes. (Grandes aplausos.) En sus amplials comarcas esta nación se encuentra sola, con su fuerza, su valor, su bravura y su tenacidad. Al Sur combate Rumanía. (Aplausos.) Esta nación se ha repuesto con rapidez sorprendente de una de las crisis de Estado más graves que pueden afectar a un país gracias a la dirección de un hombre valeroso y resuelto. Y con ello os he demostrado ya la enorme amplitud del escenario de la guerra que se extiende desde el Océano Ártico hasta el mar Negro.

Los españoles entran ahora en la línea de fuego.

En estas regiones combaten hoy nuestros soldados alemanes, y en sus filas y al lado de ellos, los finlandeses, los italianos (aplausos), los húngaros (aclamaciones), los rumanos, los eslovacos (aclamaciones), los españoles, que entran ahora en la línea de fuego (aclamaciones), los belgas, los holanideses, los daneses, los croatas, los noruegos, hasta los franceses han venido a formar en las filas de este gran frente. (Aplausos.)

En varias ocasiones no hemos podido hablar porque ello habría sido poner prematuramente al adversario al corriente de la situación de la que, a causa del lamentable estado de sus servicios de transmisiones, no tenía conocimiento muchas veces más que al cabo de varios días, incluso de varias semanas más tarde. El comunicado de las Fuerzas Armadas alemanas es el comunicado de la verdad. Según las versiones inglesas no habríamos acumulado en el Este desde hace tres meses más que derrota tras derrota. Pero nos encontramos al este de Smolensko, nos encontramos ante Leningrado y nos encontramos en el Mar Negro. Estamos en las cercanías de Crimea y no son los rusos quienes están en Berlín (Risas.) Por lo tanto, si los rusos no han hecho más que vencer hasta ahora, desde luego no han explotado sus victorias, sino que han retrocedido 100 ó 200 kilómetros después de cada uno de sus triunfos, sin duda para inducirnos a darnos cuenta de las profundidades del espacio ruso. (Risas.)

Dos millones y medio de prisioneros.

La magnitud de esta lucha, por lo demás, queda ilustrada con algunas cifras. El número de prisioneros ha aumentado ahora hasta llegar a dos millones y medio. El número de cañones capturados o destruidos que se encuentran en nuestras manos es ya, en números redondos, de 22.000; el número de carros blindados destruidos o capturados, y por tanto en nuestro poder, es de más de 18.000; el de aviones destruidos y derribados, a más de 14.500. El espacio ocupado por nuestras tropas es el doble que el del antiguo Reich cuyo Gobierno asumí en 1933 y cuatro veces más grande que Inglaterra.


Hemos visto lo que el bolchevismo es capaz de hacer del hombre: un adversario que, por un lado, se bate como una bestia ávida de sangre y por el otro, como un ser dominado por la cobardía y el miedo a sus comisarios. El paraíso soviético, que tantas veces había sido descrito, será confirmado cuando termine esta campaña por millones de soldados, que atestiguarán que es como yo lo he descrito. Ellos han marchado por las carreteras de ese "paraíso", que no es más que una gigantesca fábrica de armas erigida a expensas del nivel de vida de sus hombres; una fábrica de armas contra Europa. Y nuestros soldados han obtenido sus victorias contra este enemigo cruel y bestial, con su armamento gigantesco. No puedo encontrar palabras para rendirles elogio. Lo que han realizado continuamente con su valentía y por medio de esfuerzos incomparables, es sencillamente imposible de imaginar.

Hazañas inimaginables del soldado alemán.

Todos ellos son iguales. Sólo sobresale de entre ellos el infante alemán, el hombre de tropa alemán. Tenemos en el Este Divisiones que desde la primavera han cubierto más de 2.500 kilómetros y hasta 3.000 kilómetros a pie. Al hablar de "guerra relámpago" son estos soldados los que merecen que sus proezas se califiquen de "acciones relámpago". Solamente existen aún algunas "retiradas relámpago" históricas que han superado la rapidez de estas acciones. Pero no se trataba de distancias tan grandes, ya que siempre se encontraban prepararados en los alrededores inmediatos de las costas. Al decir esto no quiero en modo alguno insultar al adversario; quiero solamente que se haga al soldado del Imperio alemán toda la justicia que se merece, ya que ha realizado hazañas inigualables. Y los esfuerzos realizados en la retaguardia de este frente son también gigantescos.

Obreros alemanes de la construcción de ferrocarriles adaptan el ancho de vía ruso al alemán.

Más de 25.000 kilómetros de vías férreas rusas han sido nuevamente abiertas al tráfico. La anchura de las vías férreas alemanas ha tenido que ser establecida en más de 15.000 kilómetros de dichas vías que no se adaptaban a ella. Detrás de este frente se organiza desde ahora, la nueva Administración, que hará lo necesario para que todos estos inmensos territorios sean aprovechados por la población alemana y por nuestros aliados si la guerra se prolonga. El provecho que se puede sacar de ellos será aún enorme y que nadie dude de que sabremos organizar esas regiones.

En el combate los hemos vencido.


Sé que no hay ningún adversario a quien no podamos derrotar con las cantidades de municiones de que disponemos actualmente. Si leéis algunas veces en los diarios noticias sobre los gigantescos planes de otros Estados que quieren llevar a la realidad, si os hablan de sumas que se cifran por miles de millones, es preciso, queridos compatriotas, que recordéis lo que os voy a decir: primero, hemos consagrado a esta lucha las fuerzas de todo un Continente; segundo, nosotros no hablamos de capital, sino de trabajo, y este trabajo lo realzamos a un rendimiento del 100 por 100; tercero, el que no hablemos de ello, no significa que no hagamos nada. Sé muy bien que los otros saben hacerlo todo mejor que nosotros. Construyen tanques que son invencibles, más rápidos que los nuestros, mejor blindados que los nuestros y que para andar no tienen necesidad de gasolina. Sin embargo, en el combate los hemos vencido, y esto es lo decisivo. (Aplausos.) Las máquinas que hoy ruedan, disparan y vuelan con nuestro Ejército no son las mismas con las cuales rodaremos, dispararemos y volaremos el año próximo.

Volveré de la guerra con el antiguo programa Nacional Socialista.

Cuando esta guerra haya terminado, será el soldado alemán quien la haya ganado, el soldado que representa la masa de nuestra nación, y junto con él serán la Patria y los millones de trabajadores los que habrán también alcanzado la victoria. Cuando esta guerra termine, volveré dee ella como un Nacionalsocialista aún más fanático de lo que he sido antes. Volveré de esta guerra con el antiguo programa de mi Partido, cuya realización me parece, tal vez, aun más importante que el primer día. En esta guerra se ha demostrado que los capitalistas, con sus engaños y embustes, que niegan a sus pueblos el derecho a la vida y los sacrifican a sus intereses financieros, hacen una política tan criminal como la de los comunistas, con su miseria social indescriptible. Por ello regresaré de la guerra aún más convencido de la verdad del Nacional Socialismo. Es preciso que consigamos después de ella la prosperidad de todos los que han combatido, ya que en ella se basa la prosperidad de toda Alemania. En el Estado futuro todos trabajarán según su capacidad. El programa del Nacional Socialismo será el vehículo del florecimiento de nuestro pueblo.

Dios no ha ayudado nunca a ningún cobarde ni tampoco a los que no trabajan, sino a los que luchan, se esfuerzan y se sacrifican. Pueblo alemán: Ayúdate a ti mismo, que Dios no te negará su ayuda.

Una ovación atronadora, que se ha prolongado durante largo espacio de tiempo, ha acogido las palabras finales del: Führer, a quien la multitud ha despedido en un mar de inmenso entusiasmo mientras las bandas militares interpretaban los himnos alemanes y que aún se ha prolongado durante largo tiempo después de marcharse el Führer.  Pueblo Alemán, ¡ahora ya sabes cuál es el camino hacia la Victoria!

Führer befiehl, wir folgen dir!
Ein Volk, ein Reich, ein Führer!

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