¡Soldados!
Al igual que después de la campaña en Polonia, también decidí en julio de 1940, a pesar de amargas experiencias, tender mi mano para ofrecer la paz a los enemigos que nos habían declarado la guerra el 3 de septiembre de 1939. Mi mano fue rechazada, y mi oferta interpretada como un signo de debilidad.
Los hombres que ya habían azuzado para el estallido de la Primera Guerra Mundial antes de 1914 sentían la certeza de que una nueva coalición finalmente derrotaría al Pueblo Alemán y a sus estados aliados durante el año 1941. Los disolverían y, al mismo tiempo, los eliminarían. Así, no teníamos otra opción que calarnos nuestros cascos y pensar en la prosecución de la lucha.
La razón por la cual estos instigadores de la guerra internacionales decidieron no alcanzar la paz bajo ninguna circunstancia fue, además de sus intereses económico-capitalistas, la convicción de que finalmente serían capaces de destruir el Reich mediante la entrada de la Unión Soviética en la guerra contra Europa, una entrada que había sido preparada en secreto para el verano de 1941.
¡Ahora el año de 1941 queda detrás de nosotros! Ha sido un año de las más difíciles decisiones y de batallas extremadamente violentas. Sin embargo, entrará en la historia como el año de las más grandes victorias de todos los tiempos.
Los hijos de todos los territorios alemanes han combatido codo a codo con los soldados de nuestros aliados en los Balcanes, en Creta, en África, en el Mediterráneo y en el Atlántico. Desde el 22 de junio, mis Soldados, os habéis aferrado a vuestro terreno en el teatro oriental de guerra, desde las regiones en el lejano norte hasta las fronteras del Mar Negro. Habéis combatido en batallas, cuyo alcance y dureza os ha gravado severamente, pero que, en su éxito, suponen las más gloriosas hazañas militares de la Historia.
A través de vosotros, mis Soldados, la lucha por la existencia, que tan a menudo ha sido impuesta sobre nuestro Pueblo, ha sido coronada por victorias que han superado con mucho nada que se haya conocido en el pasado.
Vuestro valor, vuestro valor con el que habéis desafiado a la misma muerte, vuestra disposición al sacrificio, ha salvado no sólo a nuestra patria alemana sino, más allá de esto, a toda Europa. Nos dan escalofríos sólo de pensar el destino del que le hemos librado. Las mujeres y los niños y todos los demás trabajadores de la patria nunca podrán agradeceros lo suficiente lo que habéis hecho por ellos, mis Soldados del Frente Este.
Desde el 22 de junio habéis visto con vuestros propios ojos la clase de “paraíso” en el que la conspiración conjunta de los judíos capitalistas y de los judíos bolcheviques querían sumir a nuestra Alemania.
Como Führer, como portavoz de millones de miembros de nuestro Pueblo, y como comandante supremo de la Wehrmacht, agradezco con todo mi corazón a todos los hombres valientes por el heroísmo que tantas veces han demostrado. Os saludo, soldados del Ejército y de las Waffen SS, especialmente a los del Frente Este, lleno de orgullosa alegría por mandar sobre esa rama de la Wehrmacht que siempre y en todo lugar ha soportado el mayor peso de la batalla, como también lo hace ahora aquí.
Toda la patria alemana admira a su Wehrmacht con una fe infinita. Me gustaría ayudaros a cada uno de vosotros, de la mejor manera que me resulte posible. Todos nosotros, frente y Pueblo unidos, recordamos con reverencia a los camaradas que sellaron su amor y lealtad hacia Alemania con su muerte. También damos las gracias a nuestros aliados caídos que lucharon en nuestras filas por sus países y por toda Europa.
En innumerables batallas durante el año 1941, no sólo habéis eliminado de las fronteras finlandesa, alemana, eslovaca, húngara y rumana al enemigo que estaba listo para lanzar un ataque, sino que también lo habéis hecho retroceder más de mil kilómetros al interior de su propio territorio. Su intento de provocar un giro de los acontecimientos durante el invierno de 1941-1942 y moverse contra nosotros una vez más, ¡debe fracasar y lo hará! Por el contrario, en el año 1942, después de todos los preparativos que se han llevado a cabo, nos enfrentaremos otra vez a este enemigo de la humanidad y lucharemos con él durante todo el tiempo que sea necesario hasta quebrar la voluntad destructiva del mundo judeo-capitalista y bolchevique. ¡Alemania no puede y no será arrastrada a una nueva guerra por su existencia o inexistencia por los mismos criminales cada veinticinco años! Europa no se puede estar deshaciendo en pedazos siempre, sólo para que un puñado de conspiradores anglo-americanos y judíos puedan hallar satisfacción para sus maquinaciones mercantiles en la insatisfacción del pueblo.
Es nuestra esperanza que la sangre que ha sido derramada en esta guerra sea la última durante generaciones. ¡Quiera Dios ayudarnos en ello en este nuevo año!
Adolf Hitler.
Conmovedora resulta la lectura de éste discurso, sabiendo la suerte de que corrieron los millones de combatientes de tantas razas y nacionalidades que lucharon codo a codo contra el judío internacional. Sabiendo las innumerables traiciones y sabotajes, la maquinaria de mentiras y falacias, y los más terribles actos contra el pueblo alemán. Sólo nos queda rendir un homenaje a todos ellos y nuestro Fuhrer, que lo vemos como propio, al ser hermanos en la lucha y en la vieja tradición europea.
ResponderEliminarLa política, los intereses económicos y la guerra, siempre han ido, están yendo e irán de la mano en el futuro, las ideologías son sólo herramientas al servicio de una circunstancia histórica, desde este escenario no existe raza mejor que otra, en el imperio romano se hablaba de los otros hombres como bárbaros, en la colonización del oeste americano, se trataba a los indígenas como animales y bajo esta justificación los masacro y cambio su forma de vida encerrandolos en reservaciones, esto ya había sucedido en áfrica y en Asia. En fin el conflicto del hombre por la existencia prevalece, siempre los perdedores son los malos y los ganadores son los buenos, aunque en la realidad no es así, cambian las nacionalidades, pero el juego es el mismo, ante todo queda decir que no hay guerra buena y esperar la utopía de que el ser humano cambie.
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