El Käpitan zur See Hans Langsdorff puso anoche fin a una vida de servicio y honor. Después de pasar la velada junto a su tripulación, Langsdorff regresó a su habitación en el Hotel Naval de Buenos Aires, encendió un cigarro puro, se sirvió una copa de güisqui escocés y escribió cartas de despedida a su mujer, a sus padres y el Embajador alemán. Después desplegó la bandera de guerra alemana, se tumbó sobre ella y se disparó un tiro en la cabeza.
El Käpitan zur See Hans Langsdorff preside el pasado día 15 el funeral de los marineros del Admiral Graf Spee perecidos en combate. Ahora ya se encuentra con ellos.
Las cartas a su mujer y padres las dejaremos para la intimidad de su orgullosa familia. Sí reproduciremos aquí, en cambio, la carta que Hans Langsdorff ha dirigido al Embajador alemán y que en sus líneas encierra un mensaje que en realidad nos atañe a todos los alemanes:
Su Excelencia,
Después de una larga lucha llegué a la grave decisión de destruir el Admiral Graf Spee para evitar que cayera en manos enemigas. Todavía estoy convencido de que dadas las circunstancias esta decisión era la única que quedaba una vez que había llevado a mi navío a la trampa de Montevideo dado que con la munición que nos quedaba, cualquier intento de abrirme camino luchando a aguas abiertas y profundas estaba destinado al fracaso y debido a que sólo en aguas profundas podía haber destruido el barco después de haber gastado la munición, evitando por tanto que mi buque cayese en manos del enemigo.
Antes que exponer mi navío a que después de una brava lucha cayera en parte o totalmente en menos enemigas, decidí no luchar sino destruir el equipo tecnológico y después al mismo buque. Para mí era claro que esta decisión podía ser manipulada consciente o inconscientemente por personas ignorantes de mis consideraciones personales. Por consiguiente, decidí desde el principio asumir las consecuencias de esta decisión. Para un capitán con sentido del honor, ni qué decir tiene que su destino personal no puede separarse del de su buque.
He pospuesto mi intención durante el tiempo que todavía he sostenido la responsabilidad de decisiones concernientes al destino de la tripulación bajo mi mando. Después de la decisión de hoy del gobierno argentino, no puedo hacer más por la tripulación de mi buque. Tampoco seré capaz de desempeñar ningún papel activo en la lucha que lleva a cabo mi país. Ahora sólo puedo probar mediante mi muerte que los oficiales del Tercer Reich están dispuestos a morir por el honor de la bandera.
Sólo yo tengo la responsabilidad de haber destruido el Admiral Graf Spee. Soy feliz de pagar con mi vida cualquier mácula sobre el honor de la bandera. Encararé mi destino con fe firme en la causa y en el futuro de la nación y de mi Führer. Escribo esta carta a Su Excelencia en la tranquilidad de la noche, después de una tranquila deliberación, de modo que pueda informar a mis oficiales superiores y para acallar los rumores públicos si esto fuera necesario.
Kapitän zur See Hans Langsdorff.
Guardia de honor alemana ante el ataúd de Hans Langsdorff.
Como recordaremos, una de las primeras acciones de Langsdorff cuando entró en Montevideo fue liberar a los sesenta y dos tripulantes de los buques mercantes que había hundido durante su campaña. De nueve buques mercantes hundidos, ni uno solo de sus tripulantes murieron, rescatados uno a uno por el Admiral Graf Spee. Todos los liberados han hablado muy bien a los medios ingleses del tratamiento recibido y de Langsdorff, que hablaba un perfecto inglés y que les prestó libros en inglés para que pasaran el tiempo. El Capitán británico Dove del Africa Shell entabló una especial amistad con Langsdorff.
Nos ha dejado, por tanto, un modelo de conducta militar y civil. Ojalá nuestros enemigos sean capaces de librar la guerra con esta recto sentido del honor.
Es lebe Hans Langsdorff!
Es lebe Deutschland!
Es lebe Deutschland!
Comprender como el honor hace estragos funestos en personas normalizadas y que no deja de ser supremamente perplejo esa clase de honor es el dilema de estas veridicas historias.
ResponderEliminarEstá claro que ya quedan muy pocas personas con ese impecable sentido del honor.
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