Este año no habrá fuegos artificiales, fastuosas celebraciones ni grandes desfiles con que conmemorar la quincuagésima segunda onomástica de Adolf Hitler, Führer y Canciller del Gran Reich Alemán. Ni siquiera multitudes que se agolpen en los aledaños de la Cancillería y aclamen durante horas a la espera de una escueta salida al balcón y un saludo de su Führer. Porque este año, el Führer celebra su cumpleaños en un lugar atípico: a bordo del Tren Especial Amerika en Mönichkirchen junto a la entrada de un anodino túnel a los pies de los Alpes austriacos: su Cuartel General para la Campaña de los Balcanes.
La discreta celebración por el cumpleaños del Führer ha tenido lugar ante su Tren Especial. El Reichsmarschall Hermann Göring, Comandante en Jefe de la Luftwaffe, ha pronunciado un breve discurso para la ocasión, en el que ha tildado al Führer, con todo merecimiento, de “genio estratégico”. Después, el Führer se ha acercado a estrecharle la mano a él y al Gran Almirante Erich Raeder, Comandante en Jefe de la Kriegsmarine, al Mariscal de Campo Walther von Brauchitsch, Comandante en Jefe del Heer, y el Mariscal de Campo Wilhelm Keitel, Jefe del Alto Mando de la Wehrmacht. A continuación, el Führer ha podido disfrutar de un concierto al aire libre junto a su Tren Especial, interpretado por una orquesta al completo traída hasta ese remoto rincón de Austria para la ocasión.
De izquierda a derecha, Göring, Keitel, el SS Reichsführer Heinrich Himmler y el Führer.
Rudolf Hess, lugarteniente del Führer, se ha quedado en Berlín y le ha felicitado en una transmisión radiofónica, mientras que Viktor Lutze, Jefe de la SA, ha escogido felicitarle mediante un caluroso telegrama. El Rey de Italia Victor Manuel III y el Duce Benito Mussolini tampoco han querido olvidarse de su amigo en un día como hoy y le han enviado sendos telegramas de felicitación. En su respuesta al Duce, el Führer le ha reiterado su seguridad en que “Alemania e Italia, aliadas en su ideología política y en la fuerza de sus armas, asegurarán la victoria y un nuevo futuro para Europa.” Así mismo, el Führer ha recibido otras muchas y calurosas felicitaciones procedentes de todo el Reich, Europa y el mundo. Ante la imposibilidad de felicitarlos a todos, Adolf Hitler ha redactado el siguiente mensaje de felicitación general:
Desde todos los Distritos del Gran Reich Alemán y desde el extranjero he recibido un número tan grande de mejores deseos y otras muestras de aprecio por mi quincuagésimo segundo cumpleaños, que me siento en la obligación de expresar aquí mi más sincero agradecimiento a todos aquellos que han pensado en mí este día.
Adolf Hitler.
Quizás el plato fuerte de las celebraciones de cumpleaños lo haya constituido el tradicional discurso que el Ministro de Propaganda Paul Josef Goeebels pronunció anoche en la víspera del cumpleaños del Führer, tal y como viene haciendo anualmente desde 1933.
Los alemanes no tenemos todavía la suficiente distancia histórica para evaluar el alcance completo de la época que estamos viviendo. Somos hijos de nuestra época. Hemos sido moldeadas por nuestra era y nosotros a cambio la estamos moldeando. Será una tarea de las generaciones venideras evaluarla adecuadamente y determinar qué es realmente admirable y que es simplemente normal. Las generaciones futuras seguramente envidien el hecho de que hemos vivido una vida de lucha, que hemos tenido la buena suerte de tener pasión política, una pasión que Heinrich von Treitschke una vez dijo encuentra poco espacio en los corazones de la mayoría de las personas.
Hay momentos extraños en medio de las presiones de la vida cotidiana en el que de pronto nos golpea la sensación de que todo lo que hay detrás de nosotros es historia y de que un nuevo mundo está naciendo ahora. Experimentamos los primeros espasmos de todo lo que es joven y nuevo y nos damos cuenta de que este nuevo mundo está reemplazando el antiguo y decadente, con todas sus peculiaridades, tensiones y prejuicios. Si hay hombres que hacen historia, si los grandes desarrollos históricos son producto de personalidades individuales, entonces el gran acertijo de nuestra era sólo pueda explicarse mediante la gracia de un ser humano brillante. Y no es ningún tópico afirmar que todo lo que experimentamos hoy y por lo que gastamos nuestras mejores energías no sería, o por lo menos sería muy diferente, de no haber sido por ese hombre único que forjó el camino y mostró el camino, dando sentido, contenido y dirección a nuestra época. Estamos experimentado el mayor milagro que ofrece la historia: un genio está construyendo un mundo nuevo.
¿Cuándo resulta esto más evidente sino hoy, en un momento en que toda la nación alemana e incontables millones más allá de sus fronteras envían sus agradecimientos, sus honores, su admiración, sus más profundas esperanzas y su fe inquebrantable en él y en su histórica misión, al Führer con motivo de su quincuagésimo segundo cumpleaños? Son estos los sentimientos que por encima de todos más conmueven a cada alemán. No habrá en este duro año de guerra festivales populares, no habrá desfiles ni espléndidos espectáculos públicos. Pero estos sentimientos son expresados incluso más profunda y calurosamente por aquellos que cumplen con su deber cotidiana, bien sea nuestros mejores combatientes en el frente o en casa en las industrias de armamento. El pueblo alemán honra al Führer en el día de su cumpleaños rindiendo redoblados esfuerzos para apoyar su trabajo. Nuestro amor y honor hacia él da alas a nuestra lucha y a nuestro trabajo por la victoria.
Hace dos años celebramos su quincuagésimo cumpleaños con el más espléndido desfile que ha visto jamás la capital del Reich. El pueblo alemán vio claramente por vez primera lo fuerte que se había vuelto el Reich bajo seis años de gobierno Nacionalsocialista. Esperábamos entonces que los esfuerzos del Führer por preservar la paz para nuestra nación y el mundo tendrían éxito. Ya estaban sonando las trompetas de odio desde Londres y París, pidiendo la guerra a cualquier precio. Sabíamos que si nuestros enemigos forzaban una vez más al Reich a luchar por su existencia como nación, el pueblo alemán por primera vez en su historia estaría unido en todas sus ramas, preparado espiritual, económica y militarmente, dispuesto a ofrendar al mundo un milagro de fuerza, virilidad, soberanía política y superioridad espiritual, potencia militar y precisión.
Nuestros enemigos eternos nos declararon la guerra en septiembre de aquel año, y desde entonces el milagro alemán se ha convertido en una realidad. El soldado alemán derrotó al enemigo doquiera se lo encontró. En una sucesión de victorias impresionantes, únicas en la historia, brillantes ofensivas derrotaron a Polonia, Noruega, Holanda, Bélgica y Francia. Inglaterra ha sido expulsada del continente y el Imperio Británico está recibiendo poderosos golpes en su propio hogar, en el Atlántico y en el Norte de África se tambalean sus cimientos. Si uno pregunta cómo pudieron declarar la guerra al Reich nuestros enemigos bajo tales condiciones, la única respuesta es que no creyeron en la enorme potencia de una gran personalidad ni en la fuerza de su trabajo. Todavía pensaban en Alemania como había sido en noviembre de 1941, cobarde, agotada, indefensa ante las falsas promesas de sus enemigos, sin ningún conocimiento de su misión nacional y sin un liderazgo fuerte y decidido. Ellos no creían posible que un hombre pudiera provocar un milagro que alzara a este pueblo desde el pozo al que había caído y lo condujera a una maravillosa regeneración que una vez más lo hiciera ser consciente de sus fuerzas. Sólo en contadas ocasiones ha experimentado el pueblo alemán una verdadera tarea nacional. Mientras otras naciones del mundo hacían lo necesario para asegurar su seguridad política y económica mediante el establecimiento de las bases militares necesarias y de reservas de materias primas, nosotros los alemanes derramábamos nuestra sangre persiguiendo fantasma. Por primera vez en esta guerra, Alemania es una potencia poderosa que defiende sus propios intereses, los cuales no son los beneficios económicos de una clase capitalista dominante, sino la preservación de su existencia nacional.
Cada uno de nosotros sabe esto hoy. No nos hacíamos ilusiones cuando luchábamos la guerra. Todos sabíamos de lo que trata esto. Sabemos que su resultado determinará nuestra vida nacional. Sabemos que debe ser ganada por todo el pueblo para todo el pueblo, de que una victoria alemana significará que el Reich quede firmemente resguardado por todos lados y que la existencia nacional de Alemania sea asegurada. Eso concederá a nuestro pueblo la posibilidad de vivir y trabajar política y económicamente.
Los visitantes extranjeros que visitan el Reich durante la guerra quedan impresionados ante la calma con la que el pueblo alemán observa los acontecimientos actuales y los que están por venir. Nada sería más erróneo que suponer que esto es el resultado de la indiferencia o de la falta de interés. Nuestra confianza descansa en la seguridad. Nuestro pueblo no sabe, y ni siquiera quiere saber, lo que planea el Führer y cómo obtendrá la victoria. Ellos simplemente confían en él. Él escogerá el camino adecuado, como siempre ha hecho. A nuestro pueblo no le preocupaba antes de la ofensiva en el Oeste cómo irrumpiría el Führer a través de la Línea Maginot para atacar Francia. Ellos simplemente creían que tenía un plan y los medios. Cuando Holanda, Bélgica y Francia fueron derrotadas en seis semanas mientras el mundo contenía el aliento, el pueblo alemán estaba más satisfecho que sorprendido. Sólo veían una confirmación renovada de su fe en el Führer. Nuestro pueblo sabe que si la nación es leal, obediente y consciente de sus deberes y que si cada uno hace su trabajo, Alemania es invencible y que victoria tras victoria acompañará a nuestras tropas.
¡Qué enorme fuerza reside en esta confianza! Qué pueriles y estúpidos, por el contrario, son los repetidos esfuerzos de la plutocracia británica en zarandear esta confianza, en conducir al pueblo a un conflicto con el Führer, en debilitar el espíritu de lucha de nuestro ejército sembrando rumores. Cada soldado alemán sabe hoy que sólo hemos sido derrotados cuando hemos sucumbido a esa tentación, y que Alemania se ha alzado siempre victoriosa cuando es consciente de su fuerza y la dirige hacia el exterior, no hacia el interior.
Hace mucho que ha terminado el invierno en el que Londres había depositado tantas esperanzas. Lo llenamos con febriles preparativos. Toda la nación trabajó día y noche para proporcionar a nuestro ejército un excedente de armas y municiones. La organización interna de nuestra vida nacional continúa funcionando sin fisuras, y la carga que la guerra acarrea consigo es repartida equitativamente y resulta soportable para todo el mundo. Los intentos de la plutocracia británica en obtener victorias en la periferia o en provocar que el pueblo alemán dude o pierda su coraje durante la larga espera han sido en vano. Estos intentos no han tenido impacto en nosotros. El pueblo alemán no sólo esperó durante el invierno, sino que también luchó y trabajó. No hicimos tanto ruido como los ingleses. El enemigo ya ha visto las consecuencias de nuestros preparativos en la campaña en el sudeste, en el Norte de África, en la Batalla del Atlántico y en la guerra aérea contra la patria inglesa. Todo ello viene a demostrar que las guerras no se ganan mediante artículos en los periódicos, sino con ideas, soldados, armas y municiones. Un pueblo gana cuando dispone de los prerrequisitos de la victoria, cuando quiere ganar y cuando debe ganar. Todo esto es cierto para nosotros.
Esta tarde hemos echado un vistazo atrás hacia atrás y repasado el camino que hemos seguido desde septiembre de 1939, y hacia adelante para atisbar lo que todavía está cubierto en oscuridad, iluminado sólo por la luz de nuestra fe. Es el camino hacia la victoria final. Nunca hemos creido tan firmemente en ella como lo hacemos hoy. El Führer nos guía, y ése es el mejor cimiento para nuestra confianza.
Cuando el Señor Churchill habló recientemente acerca del resultado de esta guerra, declaró que Inglaterra vencería, sólo que no sabía cómo. Nosotros respondemos: El Führer vencerá porque también sabe cómo ganará. Él ha llenado a la nación de su espíritu. Está sintonizada con su voluntad. Esta vez, sobrevivirá a la gran prueba de fe que decidirá su futuro, terminando una serie de 400 años de errores y fracasos alemanes. Ése es el motivo por el que esta época es tan grande para nosotros los alemanes y por el que, a pesar de la guerra, es tan alentador. Nuestro pueblo tiene una oportunidad, una a la que daremos uso. Un pueblo armado, guiado por una voluntad y lleno de fanatismo – ¡ésa es la victoria!
Un hombre que ha creado tales cosas queda mucho más allá de cualquier palabra o elogio. La nación sólo puede postrarse en agradecimiento ante él. Todos lo hacemos en esta hora. Agradecemos al destino que nos enviara al Führer en medio de nuestra más profunda necesidad. Nosotros, sus viejos compañeros de lucha a lo largo del Reich Alemñan y nuestros soldados en el Frente sobre todo estamos agradecidos a la Providencia de que nos diera en nuestros primeros años la fuerza y perspectiva de reconocer su grandeza y de estar con él desde el comienzo en esta crucial senda hacia la victoria y el triunfo. ¿Quiénes entre nosotros escogerían perderse un solo día de estos últimos duros años, siempre repletos de lucha y trabajo? ¿Quíenes entre nostros, no creen que su mejor suerte, de hecho el auténtico significado y realización de sus vidas, es haber estado con él cuando ganó la revolución, y estar ahora con él cuando gana la gran guerra para la vida y libertad de Alemania? Hemos luchado a su lado lo suficiente como para saber tanto por experiencia como por conocimiento que la victoria es tan buena como cierta. Sólo debemos permanecer fuertes, fieles, valientes y firmes, dando grandes zancadas con la cabeza bien alta hacia la hora de nuestro triunfo más orgulloso.
De este modo le saludamos en la víspera de su cumpleaños. Toda la nación se une en este saludo y esta expresión de su más profundo agradecimiento a él. Nuestros soldados llevan su nombre en los labios, donde quiera que estén o marchen. Nuestros trabajadores cantan su nombre mientras trabajan. Nuestros hombres en los frentes de batalla, sobre todo aquellos en el Sudeste de Europa y en el Norte de África que defienden la seguridad de la nación, nuestros oficiales y soldados de la Luftwaffe que llevan la muerte y la destrucción a las Islas Británicas, nuestros hombres de la Kriegsmarine que han tendido un anillo de hierro alrededor de Gran Bretaña, todos le saludan como su Comandante Supremo. Nuestros agricultores y obreros le saludan como su Führer y nuestra mujeres le dan las gracias por luchar por el futuro de sus hijos. La juventud alemana deposita en él su fe más poderosa. Él es nuestro. Él ha hecho de este pueblo lo que es hoy. ¿Dónde estaríamos si no hubiese venido?
Pedimos a Dios, lleno de gracia, que lo mantenga con salud y que le conceda el éxito en su trabajo por la libertad de nuestro pueblo. No necesitamos temer al futuro. Entonces el pueblo alemán podrá afrontar el más orgulloso periodo de su desarrollo histórico. Una vez que las banderas de nuestra revolución se hayan izado en todo el Reich en señal de victoria. Ahora aguardamos a ese día feliz y luchamos por él con todo nuestro poder, el día en que las banderas de nuestra victoria ondeen en todo el Reich.
Mañana celebramos esta fanática devoción a su trabajo. A pesar de la guerra, un aire festivo impregna toda la nación. Es su día, y es nuestro día. Nos recuerda una vez más lo que ha sido de nuestras vidas por él. Y en consecuencia le deseamos lo que siempre hemos deseado nosotros: Que siga siendo para nosotros lo que fue y lo que es:
¡Nuestro Hitler!
Es lebe Adolf Hitler!
Alles Gute zum Geburtstag, unser Führer!
Justo su cumpleaños coincidía con otro famoso personaje llamado Chaplin que nació el 16 de abril de 1889. Parecen ambos una versión de Jeckill y Hyde. Me preguntó que hacía Chaplin en ese momento.
ResponderEliminarEs lebe der Fuehrer !!! Eslebe Deutschland !!!
ResponderEliminarViele Gruessen fuer Geburtstag, mein Fuehrer...
Muy buena información de aquella epoca
ResponderEliminar