Camaradas,
Bajo la garganta sonora de las campanas pascuales, cuando todos los hogares cristianos celebran el nacimiento del Hijo de Dios, la gran familia germana canta sus ingenuas baladas, y de la retaguardia al campo de batalla, las voces cándidas, las voces que siempre tienen razón frente a los gritos de una Humanidad enfrentada, van bordando en el aire de nieve limpias palabras. La insobornable conciencia de hermandad no se detiene en los parapetos de la línea Sigfrido, sino que, en una suprema noción del sentimiento, traspasa la línea Maginot con los brazos abiertos. El soldado alemán sabe, piensa y siente que al otro lado de la línea Maginot, a los pies de una ametralladora, hay otro soldado igual que él para quien también, en la dulce tierra de Francia, cantan voces cargadas de melancolía y de amor. Que Dios siente la caricia de estas voces igual en francés que en alemán, es tan seguro como que los ángeles sienten el calor de esas velas que hasta el cielo alumbran en la noche en que la tierra es como un enorme Belén de fervores antiguos.
La forma de Gobierno y la forma de política no dependen siempre de los pueblos. El Rhin, el Támesis y el Sena van, en la Navidad, con sus canciones, a la mar común de la canción y el madrigal infinitos, hasta reunirse en la ancha fiesta cristiana donde los ojos inocentes están abiertos al milagro y los ojos pecadores quieren cerrarse para no ver el horrible espectáculo de la discordia humana. ¡Lástima que el belicismo franco-inglés no pueda contemplar esta suprema unidad en la ternura que presenta el pueblo alemán! Este año de Navidad guerrera presenta y representa, más que ninguno, la consciencia de una solidaridad nacional emocionada en el recuerdo de los ausentes amados.
La noche es fría y nevada. Millares de luces temblorosas alumbran los hogares de toda Alemania en donde el padre y el hijo faltan. ¡Tremendas Navidades que anuncian fuego y lágrimas sobre la silla vacía de la mesa familiar por la ciega insensatez de nuestros enemigos! Sin embargo, como el Reichminister Joseph Goebels ha proclamado en su discurso navideño, en esta guerra se trata nada más ni nada menos que de la existencia de Alemania y las familias alemanas saben afrontar con firmeza su sacrificio en esta hora grave del Destino.
Fröliche Weinachten!
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