Camaradas,
El Führer ha realizado hoy una visita turística a París acompañado por tres artistas e intelectuales, grandes amigos suyos: los arquitectos Albert Speer y Hermann Giesler y el escultor Arno Breker. El arquitecto Albert Speer ha escrito la siguiente crónica sobre la histórica visita:
Itinerario de la visita del Führer.
Aterrizamos en el aeropuerto de Le Bourget. Era temprano por la mañana, aproximadamente las cinco y media. Tres grandes Mercedes estaban esperando. El Führer, como de costumbre, se sentó en el asiento delantero al lado del coger. Broker y yo en los asientos inmediatamente detrás de él, mientras Giessler y los adjuntos ocuparon los asientos traseros. A los artistas se nos habían proporcionado uniformes grises de campaña de modo que encajásemos dentro del marco militar. Conducimos a través de los extensos suburbios directamente a la Ópera, el gran edificio neobarroco de Charles Garnier… era el favorito del Führer y lo primero que deseaba ver. El Coronel Speidel, asignado por la Autoridad de Ocupación alemana, nos esperaba a la entrada.
La gran escalera de la Ópera de París.
La gran escalera, famosa por su amplitud, notoria por su ornamentación excesiva, el resplandeciente vestíbulo, el elegante, dorado patio de butacas, fueron cuidadosamente inspeccionados. Todas las luces refulgían como si fuera una noche de gala. El Führer dirigía la comitiva. Un encargado de pelo cano acompañaba a nuestro pequeño grupo a través del edificio desértico. El Führer había estudiado los planos del teatro de ópera de París con gran cuidado. Cerca de la cabina del proscenio echó en falta un salón, lo señaló, y resultó ser cierto. El encargado dijo que esta habitación había sido eliminada durante el proceso de renovación hace muchos años.
El Führer en el Teatro de la Ópera.
Parecía fascinado por la Ópera, entrando en éxtasis sobre su belleza, sus ojos brillando con una excitación que me sorprendieron. El encargado, por supuesto, había reconocido de inmediato a la persona a la que estaba guiando por el edificio. Muy profesionalmente, pero con cierta distancia, nos mostró todas las estancias. Cuando al final estábamos preparándonos para abandonar el edificio, el Führer murmuró algo a su adjunto, Brückner, que cogió un billete de cincuenta marcos de su cartera y se lo ofreció al encargado. Con educación, pero firme, el hombre rechazó el dinero. El Führer insistió, pero el hombre siguió sin querer aceptar el billete. Sólo había hecho su deber, respondió.
El Führer atraviesa los Campos Eliseos.
Después condujimos a través de la Madeleine, por los Campso Eliseos, al Trocaderp, y entonces a la Torre Eiffel, donde el Führer ordenó otra parada. Desde el Arco de Triunfo con su tumba del Soldado Desconocido condujimos a Les Invalides, donde el Führer estuvo de pie largo tiempo ante la tumba de Napoleón. Finalmente, el Führer inspeccionó el Panteón, cuyas proporciones le impresionaron. Por otro lado no mostró especial interés en alguna de las obras arquitectónicas más hermosas de París: la Plaza de los Vosgos, el Louvre, el Palacio de Justicia y SainteChapelle, seguramente por falta de tiempo.
El Führer y el Emperador se encuentran.
El final de la visita fue la romántica pero insípida imitación de las iglesias medievales con cúpula: la iglesia de Sacre Coeur en Montmartre. Aquí el Führer estuvo largo tiempo rodeado por varios hombres corpulentos de su escolta, mientras muchos feligreses le reconocían pero ignoraban. Después de un último vistazo a París condujimos con rapidez de vuelta al aeropuerto. Para las 9 de la mañana la visita turística había terminado. “Era el sueño de mi vida poder ver París. No puedo expresar lo contento que estoy de haber podido cumplir ese sueño hoy.” Durante un momento sentí un poco de pena por él: tres horas en París, la primera y única vez que había podido ver la ciudad, le proporcionó felicidad en un momento en que se encontraba en la cumbre de su éxito.
En Montmartre.
Durante el curso de la visita el Führer comentó la posibilidad de celebrar un desfile de la victoria en París. Pero después de discutir el asunto con sus adjuntos y el Coronel Speidel, decidió no hacerlo. Su razón oficial para cancelar el desfile era el peligro de ser perturbado por ataques aéreos ingleses. Pero más tarde dijo: “No estoy de humor para un desfile de la victoria. Todavía no estamos en el final.”
Por la tarde me recibió una vez más en la pequeña sala de la casa campesina. Estaba sentado solo a la mesa. Sin más me dijo: “Redacte un decreto en mi nombre ordenando la reanudación a gran escala de los trabajos en los edificios de Berlín… ¿No era hermosa París? Pero Berlín debe ser hecho mucho más hermoso. En el pasado a menudo consideré si no tendríamos que destruir París. Pero, cuando hayamos terminado con Berlín, París, será sólo una sombra. Así que, ¿por qué deberíamos destruirlo?”
Es lebe der Führer!
NOTA: Todo apunta a que en realidad hubo dos visitas a París por parte de Adolf Hitler: una el día 23 y otra el día 28 de junio de 1940 pero que por motivos de seguridad sólo trascendió una de ellas a la prensa. Por un lado, existen imágenes de la época de Hitler llegando a París en tren y en esta crónica escrita por un testigo presencial como fue Albert Speer y que merece toda la credibilidad llegó en avión. Por otro lado, en las propias imágenes se puede ver a Hitler con dos abrigos distintos: uno claro y otro oscuro, resultando raro que se los cambiara en el curso de tres horas. La crónica que he reproducido aquí corresponde a la visita que se realizó el 28 de junio -"tres días después del comienzo del armisticio", según Speer-, pero las fotografías corresponden a ambas visitas.
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