Marte, el dios romano de la guerra, charla con sus amigos favoritos, Winston Churchill y Anthony Eden, acerca de a qué países declarar la guerra.
Camaradas,
Hoy, justo el día que se cumple el vigésimo cuarto aniversario de la Independencia de Finlandia, el Reino Unido y sus Dominios han declarado la guerra a Finlandia, Hungría y Rumanía.
Esta declaración de guerra al por mayor ha tomado efecto a las 00:00 horas de hoy, fecha límite que había marcado Gran Bretaña en un ultimátum dado a los tres países para que interrumpieran todas sus acciones militares contra la Unión Soviética. La mano de Stalin se intuye detrás de una decisión que resulta especialmente irónica en el caso de Finlandia, el país que hace menos de dos años Gran Bretaña planteaba defender contra la agresión de la Unión Soviética.
Toda Europa unida en la Cruzada contra el bolchevismo.
En realidad, ni Finlandia, ni Hungría ni Rumania han tenido choques directos con Inglaterra. Los finlandeses y los rumanos no hacen sino reconquistar los territorios que les arrancó la Unión Soviética en un pasado que casi es presente y, en cuanto a Hungría, víctima transitoria del régimen bolchevique hace veintidós años, participa activamente en la Cruzada europea. Esto es todo. Nada se ha intentado contra la Gran Bretaña. Si a pesar de ello ésta se considera en estado de guerra con los tres países mencionados, lo hace únicamente como aliada de Rusia y con el deseo de satisfacer a Stalin y sus cómplices. A tal situación se llega cuando se es aliado de un régimen como el bolchevique.
Las simpatías entre Hungría, y la Gran Bretaña han sido particularmente vivas. Los dos países tienen las constituciones más viejas de Europa: la inglesa, la Magna Carta se remonta al año 1215 y la húngara, la Bula de Oro, a 1222. El parlamentarismo húngaro se inspiraba siempre en el británico e incluso como arquitectura el Parlamento de Budapest recuerda el Westminster.
En Helsinki un grupo de civiles saludan brazo en alto (el saludo de la Nueva Europa) ante la Embajada Soviética cuando ésta fue clausurada al comienzo de la Guerra de Continuación. Un gesto similar sería válido hoy ante la Embajada Británica.
Pero... Moscú exige y Londres ejecuta. En cuanto a Finlandia, fue durante varios años el único país europeo que pagara escrupulosamente sus deudas de guerra a los Estados Unidos. Los países anglosajones veían en Finlandia un modelo de democracia. Ello no es obstáculo, sin embargo, para que ahora la traten como enemigo, simplemente por coincidir su guerra de liberación con la campaña alemana contra la Unión Soviética.
De inmediato, Gran Bretaña ha puesto en marcha medidas de represión contra los nacionales de estos tres países. Los marinos finlandeses, rumanos o húngaros que estén prestando servicio a bordo de buques británicos podrán escoger entre seguir sirviendo a la causa británica o ser internados. Los ciudadanos corrientes que estén residiendo en territorios bajo el control del Imperio Británico tendrán la obligación de presentarse ante la policía, pudiendo ser enviados a “campos de internamiento” aquellos que no sean juzgados fiables.
Ninguno de los tres países está dispuesto a dejarse someter por los británicos y tanto Finlandia como Rumanía y Hungría han dado ya su réplica. Esta mañana, el representante del Ministerio de Asuntos Exteriores del Reich ha pronunciado ante los corresponsales extranjeros las siguientes palabras al respecto que nos sirven de reflexión final:
La contestación de Hungría a Inglaterra, clara, inequívoca, digna y severa, subrayada por su Parlamento, constituye una verdadera definición política de aquel país. El discurso del Sr. Bárdossy con tal motivo es una exaltación pura de la soberanía nacional húngara. Es éste el idioma de la nueva Europa, porque así contesta el Continente a las osadas amenazas de la Gran Bretaña. También Rumania y Finlandia rechazaron rotundamente la presión inglesa. No conocemos los textos de sus respuestas, pero estamos seguros de que el lenguaje de Budapest fue, asimismo, el de Bucarest y Helsinki. Ha concluido, pues, la acción diplomática que desencadenó el Sr. Churchill, instigado por Stalin. Conviene destacar que Rusia ataca por segunda vez en muy poco tiempo a la pequeña democracia finlandesa; y una democracia potente —Inglaterra— es la que exige a este pueblo, modesto y tranquilo, admirado por todo el mundo, que suspenda las hostilidades con los soviéticos. La nación que realiza un acto de tanto oprobio sólo podrá pagar sus culpas con la desaparición. En la práctica, la declaración de guerra británica carece de importancia: los créditos en Inglaterra de los tres países estaban ya congelado, y el bloqueo marítimo contra ellos existía de hecho. Queda en el aire la amenaza de un envío de tropas inglesas a la lucha contra Finlandia, Rumania y Hungría. Dudamos que la amenaza se cumpla pero, en cualquier caso, recibiríamos con alborozo la llegada a nuestro frente de esta clase de enemigos. La decisión de Inglaterra demuestra ante el mundo que el Gobierno de Londres está dispuesto a combatir por el comunismo y a considerar como enemigo de la Gran Bretaña a cualquier pueblo que se oponga al triunfo de los soviéticos.
Es lebe Finnland, Rumänien und Ungarn!
Gott straffe Engelland!
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