Camaradas,
Día a día nuestros submarinos añaden nuevos laureles a la gloria de las armas alemanas. Debido a la mayor relevancia de otros acontecimientos bélicos no siempre le dedicamos la justa atención que merece un combate tan heroico y difícil como el que llevan a cabo los combatientes de nuestros submarinos.
Hoy, sin embargo, prestaremos atención a la guerra bajo el mar que desempeñan nuestros bravos leones marinos. Quien no haya navegado nunca en un submarino le será difícil hacerse una idea de lo que representa vivir durante semanas y aun meses dentro de un estrecho tubo en medio de una atmósfera viciada y húmeda. Afortunadamente, cuando el submarinista acepta de buen grado estos inconvenientes y se habitúa constitucionalmente a ellos, llega a parecerle todo normal. El que por primera vez toma parte en un crucero de guerra a bordo de un submarino, sin que él mismo se dé cuenta, se convierte en un perfecto submarinista y considera la navegación bajo la superficie del agua como la mejor forma de viajar en los mares.
Todo está listo para la nueva misión. Se cierra la escotilla, e ¡inmersión!
Para el servicio de a bordo, la dotación se divide en tres grupos, que se turnan en la guardia cada cuatro horas, excepto el personal de máquinas, que se distribuye en dos turnos que se relevan cada seis horas.
Sólo hay literas para la mitad de la dotación, y, por consiguiente, los hombres duermen por turnos; a esto se llama "dormir en cama caliente". Durante un crucero de guerra no hay que pensar en desnudarse para dormir, pues el submarino puede atacar o ser atacado en cualquier momento del día o de la noche, y en combate cada uno tiene su puesto, donde ha de acudir sin pérdida de tiempo.
El ya reducido espacio destinado a la dotación se llena de víveres para la duración del crucero, que puede ser de varias semanas, lo cual, evidentemente, no había sido previsto por los ingenieros navales. Los víveres frescos, que debían ser consumidos los primeros días, forman tal montón que apenas puede uno moverse en los compartimientos en donde están estibados.
Puesto del operador de radio y sónar.
En todo el submarino se respira una atmósfera cargada de malos olores que proceden de las húmedas sentinas, de los vapores de aceite pesado, de las cocinas, de humanidad sin lavar, del Colibrí (agua de colonia que usaba la tripulación para quitarse de la cara la sal del agua de mar) y, por último, a pesar del purificador de aire, del insoportable hedor, de los retretes, siempre ocupados.
Y navegando en superficie hay que añadir el vivo e incesante moviendo del submarino. En cuanto hay un poco de mar, la pequeña embarcación se balancea, cabecea, sube y baja con movimientos completamente distintos a los de un barco de superficie. Con marejada gruesa, llega a veces a tomar escoras de 60 grados, y no es raro ver a un hombre que duerme en su litera salir catapultado por encima de su barandilla e ir a dar sus huesos en el suelo; más de una vez sucede que uno que está dormido en una litera alta cae encima de otro que ocupa una litera baja en la banda opuesta.
Viviendo entre torpedos.
En los submarinos durante tiempo de guerra, los torpedos de reserva se estiban en el alojamiento de proa de la marinería. Hasta que se dispara un torpedo y se saca el primero de reserva para volver a cargar el tubo vacío no hay apenas lugar donde poder estar ni de pie ni sentado; los torpedos de reserva se colocan sobre la cubierta de la cámara, y encima de ellos se instala una segunda cubierta provisional de planchas de madera para la tripulación. Y aun este reducido espacio se llena, como todo el resto del buque, con toda clase de cestas, cajas y sacos de víveres.
El alojamiento de suboficiales, situado inmediatamente a popa de la cámara de mando (el cerebro y centro nervioso del submarino) está igualmente abarrotado. En el pasillo central, entre las filas de literas, hay una larga mesa que ocupa todo el compartimiento, y, a fin de dejar paso a los que van a la cocina, a la cámara de motores o a los torpedos de popa, los tableros son rebatibles.
Debajo de ella todavía hay estibados más sacos de provisiones -casi siempre patatas-, y del techo cuelgan grandes bolsas de pan que obligan a inclinar la cabeza a los que por allí pasan.
La litera es el único sitio donde se puede pasar el tiempo libre, pero hay que estar echado, ya que es imposible sentarse cómodamente a causa de la barandilla; y si alguien pasa -lo que ocurre invariablemente a las horas de las comidas en que se efectúa el relevo de guardia (de aquí que se llame este lugar "Lepziger Strasse o Potsdamer Platz" )-, hay que poner la cabeza debajo de la litera superior, con las piernas encogidas y rodeadas por los brazos, pues de otro modo sería imposible el transito por entre las mesas y las literas, los sacos de patatas y las bolsas de pan.
Pero todo se da por bien empleado si el crucero tiene éxito. Si, por el contrario, los días y las semanas pasaban en tan duras y anormales condiciones de vida sin lograr avistar al enemigo y sin tener la más pequeña oportunidad de una acción victoriosa, todos los sufrimientos padecidos perecen vanos e inútiles, y en tales circunstancias no es extraño que los nervios de algunos lleguen a estallar y provoquen en otros relajamiento en el servicio. Sin embargo, tales casos nunca son muy numerosos, y aquellos que muestran, física o temperamentalmente, que no son aptos para tal género de vida son prontamente desembarcados y transferidos a otros destinos.
La vuelta a casa de los héroes.
Los submarinistas reciben un trato especial, sobradamente justificado. La comida es lo mejor posible dentro de las limitaciones de la duración de los cruceros. Cuando un submarino entra en reparación y se le prepara para un nuevo viaje, se concede permiso a la mayor parte de la tripulación. Los restantes, a menos que sean necesarios en algún trabajo a bordo, son enviados a unos alojamientos de reposo especiales situados cerca de la base, a los que llaman "las praderas de los submarinos". Las dotaciones son relevadas, a pesar de las protestas, en cuanto han realizado doce cruceros.
Para terminar, haremos un repaso a los éxitos del día de hoy de nuestros héroes del mar:
Poco después de la medianoche, el U-34 ha comenzado a cañonear al mercante Naftilos, que ha terminado por hundirse una hora después.
A las 10:40 de la mañana el Fellside, un rezagado del Convoy OA-184, ha sido torpedeado y hundido por el U-43 a unas 135 millas al noroeste de Bloody Foreland.
A las 22:22, el Manipur del Convoy HX-55A ha sido torpedeado y hundido por el U-57 ocho millas al noroeste del Cabo Wrath. Ha habido 14 muertos entre la tripulación.
A las 4 de la madrugaada, el Brodin ha recibido el impacto de un torpedo lanzado por el U-57 y se ha hundido al cabo de 45 minutos.
Es lebe Kriegsmarine!
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